La calle Beatas era ayer, día de varios cruceros atracados en el Puerto, un continuo ir y venir de viajeros en busca de vistas singulares y experiencias que contar e instagramear. Bendita coincidencia que en ese momento y justo allí, en la sede de la Alianza Francesa, el artista madrileño Eugenio Merino presentara Aquí murió Picasso, una instalación que se compone de una escultura hiperrealista del pintor malagueño yacente, una lápida de mármol de Carrara y el folleto informativo indispensable para la movilización del turista. Porque, sí, lo verdaderamente importante de la propuesta, comisariada por Los Interventores (Javier Hirschfeld y Alfonso Silva), trasciende el morbo/curiosidad por ver a nuestro genio oficial de cuerpo presente para abrir el debate sobre el turismo en Málaga y sus consecuencias. Así que la obra la concluirán esos viajeros que, caminando por Beatas, quién sabe, terminen haciéndose selfies ante la escultura del genio malagueño creyendo que, de alguna manera, el pintor reposa aquí, entre nosotros.

«Un viaje emocionante para toda la familia», se puede leer en el folleto de Aquí murió Picasso, bajo una foto que reproduce el cadáver elaborado por Merino (figura de los 1,64 metros de altura reales de Picasso acabada en silicona). «La idea era hacer una atracción turística lo más real posible, con todos sus elementos», explica el artista. El creador que metió a Francisco Franco en la nevera para una edición de ARCO consigue sus propósitos: que el espectador, el consciente, claro está, reflexione sobre cómo una ciudad y sus instituciones instrumentalizan a Picasso con fines comerciales. Porque Aquí murió Picasso habla más de la marca Picasso que del propio Picasso, cuya figura es abordada desde el respeto y la pulcritud más absolutas... Incluso aquí hay un recadito: «Buscaba el elemento souvenir: quería hacer una escultura que no te repeliera pero que tampoco te agradara», apunta Eugenio Merino.

Y debajo del hiperrealismo, más capas, más lecturas... «¿Así es la lápida de verdad de la tumba de Picasso?», le pregunta a Merino un periodista. La respuesta: «Si te digo que sí te lo creerás porque no has visto la de verdad. Y eso es otro aspecto del que me interesaba hablar aquí, de la realidad y de la ficción como apariencia de realidad a partir de ciertos mecanismos».

Que ningún picassiano de pro se rasgue las vestiduras, que aquí no hay ganas de controversia, asegura Merino. «En realidad, tampoco había falta de respeto en mi obra de Franco. De hecho, gané los dos juicios», aclara el artista. En realidad, Aquí murió Picasso habla de los procesos por los cuales una urbe se despersonaliza y se homogeneiza en pos del turismo y sus promesas de oropel: «¿Que cómo va a acabar Málaga?», se pregunta Merino. Y se responde sin dudarlo: «Sencillo: como Barcelona. La fase última del proceso de las ciudades marca es la homogeneización, como prueba el hecho de que hayan utilizado la expresión Soho para referirse a un barrio de Málaga». Los Interventores lo resumen a la perfección: «Se trata de una crítica al turismo de masas y a la industria cultural de la ciudad marca, en la que el turismo entra en conflicto con las necesidades de la población residente, donde lo real da paso a escenarios recreados para el visitante». Ciudad de silicona.