Hubo en Gran Bretaña un brexit anterior al de 2016. Fue cuando en 1958 el país se negó a integrarse en el inicial Mercado Común, cuyo nacimiento se había gestado precisamente en Londres por Bélgica, Holanda y Luxemburgo en 1944, en plena guerra mundial. Pese a los bienintencionados discursos de Churchill llamando a una futura Europa unida, para el gobierno laborista de entonces era inconcebible la supeditación del país a intereses supranacionales en un momento en el que acababan de nacionalizar el hierro, el carbón y el acero. Gran Bretaña atravesaba entonces una grave crisis económica que empujó a la emigración a miles de trabajadores. Uno de los destinos preferidos era Australia, una economía emergente donde el idioma no era un problema para los británicos. Además, aunque a título honorífico, la reina de Inglaterra era también la de aquel país, cuya bandera incluye una reproducción de la Unión Jack.

Entre quienes entonces buscaron trabajo en Australia estaba el matrimonio Gibb, padres de tres niños a quienes la decisión de emigrar no les hizo ni pizca de gracia. Habían comenzado a hacer realidad su sueño de ser músicos famosos dos años antes, en 1956, cuando con el nombre de The Blue Cats ganaron un festival de grupos en Manchester, donde residían. Los hermanos Gibb eran el primogénito, Barry, y dos gemelos, Maurice y Robin. La lejanía de su país de origen no fue inconveniente para los tres hermanos, que rehicieron su carrera en Brisbane. Debían tener algo que cautivaba al público porque a los dos años ya tenían un show semanal de televisión, donde cantaban versiones de éxitos del momento junto a composiciones propias, muy pegadizas, como Spicks And Specks y Three Kisses Of Love, número uno allí en 1963 (años más tarde estas canciones se editaron con el título de Rare, Precious And Beautifull, un álbum para coleccionistas).

Australia no era entonces un gran mercado para la música pop y los Gibb veían con envidia y con nostalgia el lejano panorama de su Inglaterra natal desde donde grupos como Beatles y Rolling Stones habían comenzado a conquistar el mundo. Así que, de la mano de Robert Stigwood, un promotor australiano de espectáculos musicales (Hair, Jesucristo Superstar) que había llevado al éxito a los Cream de Eric Clapton, decidieron dar el salto y reencontrarse con sus orígenes. Stigwood les buscó al batería Colin Petersen y al bajista Vince Malouney, con quienes se presentaron en Gran Bretaña ya con el nombre de Bee Gees.

En 1967 la música había dado un giro espectacular con la aparición de Sgt. Peppers de los Beatles, un nuevo formato de disco conceptual que revolucionó el panorama y propició la aparición de álbumes de este género de grupos como los Who y los Kinks. La aportación de los Bee Gees a este fenómeno fue Odessa, un álbum doble con el que quisieron cambiar su imagen de grupo ‘fabricante’ de bellas canciones y demostrar que su talento estaba a la altura de sus grandes competidores. Odessa, uno de los mejores álbumes de los sesenta, fue la cumbre de los Bee Gees y First Of May otro número uno. Pero también su manzana de la discordia: como si su talento se hubiera agotado en el esfuerzo, a partir de Odessa el éxito comenzó a darles la espalda y Robin decidió abandonar el grupo. Cucumber Castle, de Maurice y Barry, fue un fiasco aunque Don’t Forget To Remenber llegase al número dos. Como la carrera en solitario de Robin fue también un fracaso, la decisión estaba cantada: a principios de los setenta volvieron a reunirse y a tener éxito con el estilo de siempre: How Can You Mend A Broken Heart?, Run To Me y Lonely Days, añadían un cierto toque beatle, cuyo trono aspiraban a ocupar tras la disolución de los fab four.

A partir de este momento los Bee Gees descubrieron en el falsete de sus voces una mina de oro que llegó al paroxismo con el álbum Main Course, algunas de cuyas canciones fueron incluidas en la banda sonora de la película Fiebre del sábado noche. Incorporaron al hermano menor, Andy, que había comenzado una carrera en solitario y que se murió al poco tiempo víctima de las drogas, y con la música disco en su apogeo se convirtieron en uno de los grupos más populares y comerciales de la historia. Las muertes de Maurice en 2003 y de Robin en 2012 apagaron para siempre la llama de los Bee Gees, una llama que aún permanece viva en sus canciones, cada vez que volvemos a escucharlas.