La celebración del centenario de la Revolución Rusa con una selección de algunos de sus carteles y fotografías más emblemáticas y el rescate de la obra de dos soberbios pintores, padre e hijo, Alexei y Andreas Jawlensky, vertebrarán la próxima agenda del Museo Ruso entre agosto de 2017 y enero del próximo 18, tal y como ha podido saber La Opinión de Málaga.

Para muchos, Alexei Jawlensky (1864-1941) es un nota a pie de página en la biografía del gran Wassily Kandinsky, uno de sus grandes amigos y colaboradores. Pero su vida y, especialmente, su obra merecen de sobra una amplia retrospectiva como la que presentará la pinacoteca de La Tabacalera, compuesta por una treintena de obras y objetos privados procedentes de los casi infinitos fondos del Museo Ruso de San Petersburgo (la matriz del centro malagueño) y también de colecciones privadas suizas.

Jawlensky iba para militar pero una visita a la Exposición Mundial de Moscú en 1880, cuando contaba sólo con 16 años, sacudió su mundo: era la primera vez que veía, en vivo y en directo, pinturas. «Desde entonces solía ir a la Galería Tretyakov, en Moscú, cada domingo; llegaba a primera hora de la mañana y me quedaba allí hasta que cerraban, sin comer. Era como ir a la iglesia. De hecho, allí me sentía como si estuviera en un templo», evocó años después un maduro Jawlensky.

Nació en Rusia pero vivió y trabajó sobre todo en Alemania, aunque sus trabajos siempre llevaron consigo el espíritu de su tierra natal: «Cada artista trabaja dentro de una tradición. Mi alma rusa siempre ha estado muy cerca del arte de la vieja Rusia, de los iconos rusos, del arte bizantino...», explicó el creador. Su pintura, según los expertos, estuvo marcada en lo espiritual y lo artístico, por el sentido musical y el misticismo inspirado en la teosofía y por la sencillez de las formas. Algunas de sus obras más sobresalientes son las series Cabezas místicas y Cabezas abstractas, en las que dialogan el fauvismo, el expresionismo y ese arte tradicional ruso tan de sus afectos. Otra de las grandes influencias en su arte fue una enfermedad, la artritis: la padeció desde 1929 y los dolores eran tan extremos que le obligaron a buscar nuevas técnicas y formatos pictóricos. «Mi arte en mi último periodo ha sido de pequeño formato pero creo que las pinturas se han hecho más profundas y espirituales, hablando verdaderamente a través del color. Y ahora cedo estos pequeños pero, para mí, importantes trabajos para el futuro y para la gente que ama el arte», expresó en sus memorias. Muchas de estas obras se podrán ver en la antigua Tabacalera.

Mucho más desconocida es la obra del hijo de Alexei Jawlensky, Andreas (1902-1984). Talento precoz (a los cinco años ya pintaba con su padre), empezó su carrera absolutamente inspirado por Van Gogh pero después terminó imbuido en el expresionismo, siempre con un leit motiv claro en sus pinturas: el pueblo y los paisajes rusos. Como su padre, tampoco pudo sustraerse de los orígenes, de la madre patria, del alma rusa.

Revolución

De otro lado, Los carteles de la Revolución brindará una celebración inmejorable del centenario de la Revolución Rusa, esa «venganza de los siervos», en palabras del experto Julián Casanova, que llevó a los bolcheviques al poder. Un momento histórico crucial, no sólo para Rusia, que fue profusamente ilustrado por los carteles que combinaron la propaganda pura y dura con la innovación estética. «El artista construye un nuevo símbolo con su pincel. El símbolo no es una forma reconocible de nada que ya esté acabado, ya hecho, o ya existente en el mundo: es un símbolo de un mundo nuevo, que se está construyendo y que existe por medio del pueblo», dijo El Lisistski, uno de los grandes creativos de la época y un revolucionario de este agitprop (no lo olvidemos: se trataba de encender a la clase trabajadora, de motivarla para sumarse a la causa bolchevique) que ha permanecido en el tiempo gracias a su formidable audacia artística.