Está Hollywood, la meca del cine en Los Ángeles; luego Bollywood, la fábrica de productos coloristas y bailables de la India... Y luego Nollywood, uno de los fenómenos más sorprendente del mundo audiovisual de los últimos años: la industria de Nigeria empezó hace unos diez años gracias a unos vendedores de aparatos electrónicos que querían ofrecer un plus a los clientes, en forma de películas escritas y dirigidas por ellos mismos (da para una película de Michel Gondry). Ahora, el audiovisual del país africano produce unas 1.500 películas de media al año, moviendo un presupuesto total de 20 millones de euros. Pues hasta allí viajó hace unos meses una actriz malagueña, Laura Artolachipi, para rodar una película. Ella misma cuenta su experiencia en su web (www.artolachipi.com) y prepara una serie de vídeos para YouTube al respecto, Una española en Nollywood, que estrenará el 8 de septiembre.

«Fui a Nigeria para hacer un largometraje. Evelyn [Ogbeide], una directora nigeriana que había vivido mucho tiempo en Málaga, me había cogido para protagonizar su película. Era un proyecto suyo, personal, donde iba a invertir todos sus ahorros. Quería hacerse un hueco como una de las mejores mujeres directoras de Nollywood. Fue la primera vez que escuché esa palabra: Nollywood. Luego descubrí que es la segunda industria cinematográfica del mundo, que mueve millones de dólares, que produce miles de películas al año y en la que, afortunadamente para mi, había muy pocas actrices blancas. Así que le dije que sí». Meses después ya está listo el resultado: 7 A.M. Down the hills, un thriller psicológico que pretende moverse entre la tensión y lo onírico.

«¿Para qué vas a ir allí si la gente se juega la vida por venir aquí?», no dejaban de preguntarle a la malagueña cuando comentaba su proyecto nigeriano. Recordemos que el Ministerio de Asuntos Exteriores de España desaconseja el viaje al país «salvo por razones de extrema necesidad». La actriz respondió con un clásico «¿Y por qué no?» y se lió la manta a la cabeza. Ahora, después de zanjada la experiencia, Artolachipi asegura que repetiría la experiencia sin dudarlo.

Las vivencias de la malagueña son, sobre todo, destructoras de prejuicios. Por ejemplo: «Ser blanco en Nigeria es llevar un billete de dólar pegado a la cara. Entenderás la expresión Ser un blanco fácil en toda su plenitud. No vayas con la idea de que todo el mundo quiere secuestrarte o matarte para sacarte dinero porque no es así. Hay más buenos que malos. Pero es verdad que el sistema policial apenas funciona, todo el mundo en general es más vulnerable. Si compras algo te timarán (eso es normal, incluso en mi barrio de Málaga cobran el doble a los extranjeros por los espetos de sardinas)». Y otro más: «Tampoco vi tanto machismo como se puede creer. Las negras tienen carácter y son muy seyxs. Se visten y bailan de forma provocativa, tienen mucha fuerza, imponen su criterio y se hacen oír. Ocupan menos puestos de poder y tienen desventajas a nivel social, pero a nivel doméstico, la sensación era de igualdad, casi de matriarcado», describe la intéprete. ¿Les suena?

En un país en el que hay apagones constantes (no hay alumbrado público, los generadores son la norma, nadie hacia la compra de alimentos con un horizonte superior al día), la dieta básica es pollo con arroz casi a diario y la moneda (la Nayra: una nayra son 300 euros) está tan devaluada que cualquier cosa vale millones, hacer cine resulta una tarea titánica. «Durante el rodaje, a veces llegábamos a las localizaciones y el intermediario se había llevado el dinero y no había negociado con nadie. Después de discutir horas con el seguridad de la puerta, volvíamos al hotel tras un día de rodaje perdido. Esto dinamita la ilusión de la gente que se esfuerza por avanzar, por hacer cosas nuevas, por invertir.

Menos mal que Evelyn no estaba dispuesta a rendirse», recuerda Laura Artolachipi. Y luego están las costumbres, como las siestas del equipo en los tiempos muertos: «Me fascinaba, me parece maravilloso. Durante un rodaje hay muchísimos tiempos muertos y realmente no pasaría nada si se descansara en medio. El problema era que a veces no estaban preparados a tiempo cuando tenían que intervenir». Dificultades propias y singulares, porque, reconoce, aquí en España rodar tampoco es un camino de rosas y tiene sus intríngulis y sinsabores.

En las dos semanas que pasó en Lagos la malagueña no vio a ningún blanco. «Dicen que los hay, pero yo no vi a ninguno», asegura. Así que a ella, ejemplar exótico donde los hubiera, le llovieron ofertas de otros rodajes. Lástima que no terminaran materializándose «por cuestiones logísticas». Pero de aquel viaje quedan los recuerdos, una película y unos vídeos en YouTube con los que conocer a una gente, a un país: «Dales la oportunidad de conocerte y conócelos. Son más parecidos a ti de lo que te imaginas. Lo que diferencia a los hombres de distintos países son las circunstancias y las costumbres, tradiciones y creencias aprendidas, pero no la esencia del ser humano en sí. Ve sin prejuicios. La gran mayoría son gente maravillosa».