Tres grandes citas aparecían anotadas en la agenda como ineludibles el pasado fin de semana: la nueva entrega de la integral de los cuartetos de Shostakovich, la clausura de la Temporada Lírica en el Teatro Cervantes y, el pasado domingo y dentro del marco del Festival de Música y Danza de la Cueva de Nerja, la gala lírica protagonizada por el tenor barcelonés José Bros, la gran revelación de la escena nacional Berna Perles y el piano atento y convincente de Rubén Fernández Aguirre.

Los algo más de quince minutos de retraso sobre la hora programada, ajenos a los protagonistas de la velada, servirían para tomar conciencia de ese auditorio que la naturaleza ha ido formando durante milenios y que de alguna forma nos introducía al excepcional repertorio de páginas que tras una breve pausa alternó la lírica en la primera parte para continuar, tras el descanso, con una segunda parte dedicada al género nacional. Abriría el recital la soprano malagueña Berna Perles encarnando a una vibrante Juliette del primer acto de Roméo et Juliette de Gounod. Un vals, sí, un vals cantado ¡y cómo lo elevó hasta lo más alto! Derrochando instrumento vocal, agudos naturales y dejando entrever ese registro medio tan rotundo que posee Perles. Le dejó alto el listón al maestro de la escena que es José Bros. Bros es sinónimo de solidez vocal y no le importa la plaza donde lidiar que una vez en el escenario se transforma, como así hizo sentir en su primera aria, Pourquoi me réveiller del Werther de Massenet.

Perlas del repertorio belcantista para estas dos voces de corte dramático, afiladas y precisas, sorprendentemente bien ligadas brindando momentos de auténtica belleza formal y expresiva. Los dos dúos que compartieron Bros y Perles en la primera parte -Bizet y Donizetti- constituyeron, por sí mismos, la justificación para estar en Nerja no sólo como aficionado sino también como testigo. Dos generaciones se unían en un mismo escenario con otro gran protagonista de la velada como fue el piano de Rubén Fernández, siempre discreto, siempre atento y, por supuesto, con la habilidad de transformar su piano en un elemento más del cantante al que acompaña. Tras el descanso le llegó el turno a páginas de Moreno Torroba, Luna, Soutullo y el irresistible dúo ¡Le van a oír! de Doña Francisquita de Amadeo Vives con el que se cerraba oficialmente el desbordante recital ofrecido por estas dos grandes voces, que no dudarían en regalar tres propinas fuera ya de programa, rematadas con la jota No cantes más la Africana de Fernández Caballero. Nerja se convirtió en un imaginario Liceu para ser testigo de excepción del vuelo de una gran cantante de la mano de un maestro, por no hablar de una pareja artística a disputar por los grandes escenarios.