El artista, el más reconocido representante del realismo español, protagonizó ayer un encuentro con el público en el Museo Thyssen con motivo de la muestra La apariencia de lo real, en la que participa con nueve obras. A sus 81 años, López confiesa que aunque le interesa el arte actual a él le gusta lo que hace. "No cambiaría nada", sostiene.

¿Son muchos los secretos que guarda en su taller?

No somos muy de secretos. Nuestra técnica es una técnica ya aprendida de los demás. No hemos incorporado ninguna novedad. Y en ese sentido no hay nada que proteger. Está todo muy a la vista. Después podemos comenzar a hablar de la aportación de cada uno, pero nunca en la parte técnica.

¿Quiere decir que ya está todo hecho?

Hombre, la parte técnica es la que va a contener la emoción, que es lo importante. Y la parte técnica es la imprescindible. En general no es brillante. Hablo de los artistas figurativos, quizá en otros casos no sea así. La técnica no es lo más importante. Nunca lo ha sido en el arte moderno. No se le da mucha importancia; ni se la doy yo ni se la da nadie. En el arte antiguo podría tener mucha importancia porque suponían grandes novedades. Cuando Van Eyck comenzó a pintar retratos era algo muy llamativo y nuevo. Pero nosotros nos hemos limitado a dar una opinión sobre la España de nuestra época. Nada más. Con una forma de pintura y de dibujo que no es especialmente deslumbrador. En el arte español no existe la técnica deslumbradora. No va por ahí la cosa.

¿Por dónde va?

Pues por dentro. Va mucho por dentro. Ya en Zurbarán y Velázquez empieza a ser así. El arte europeo va mucho por fuera. En Miguel Ángel y Leonardo hay mucho por dentro pero hay muchísimo por fuera. Hay mucho deslumbramiento en la forma de contar las cosas. El arte español cuenta cosas comunes y su lenguaje es aparentemente común también. Ahí está el secreto. De reflejar las cosas con el tono de la vida. Con ese tono más o menos común. Eso forma parte de lo mejor del arte español.

Asegura que en el reflejo de la realidad interviene el secreto del que mira. ¿Cual es el secreto de su miada?

No hay una receta para estas cosas. Hay unos cuantos, como Velázquez, que han conectado muy bien. También literatos y poetas, como Antonio Machado, por ejemplo, que sabe descifrar cómo es el campo. Lo sabe ver y lo sabe contar. Verlo es lo importante. Al contarlo, pues Machado lo cuenta con las palabras más sencillas posibles. No encuentra otras más sencillas. La totalidad da algo muy complicado. Porque llegar ahí es muy difícil. Y es difícil porque es difícil ver esas cosas. No porque sea difícil contarlas. Lo complejo es verlas.

¿Reivindica la sencillez como el mejor pincel?

Quizás la llaneza.

¿Considera que su pintura es llana?

No. No lo es. En absoluto. Aunque depende de lo que entendamos por llano. Si llano es lo que vemos todos los días y lo que ve todo el mundo, pues no lo es. Lo que pasa es que queremos expresar lo que ve todo el mundo.

¿Y se alcanza ese objetivo?

En los momentos de suerte se logra algo. Hay gente que lo ha logrado mucho y otros que lo logramos un poco menos. Pero nuestro sueño, mi sueño, es intentar acercarme a eso y transmitirlo. Transmitir qué es una ciudad como Madrid, que no es nada excepcional, como lo son París, Londres o Roma. Pero es una obra del hombre y allí vive el hombre. Y eso es motivo suficiente para mirarla con curiosidad y con interés. Además vivo allí y trabajo sobre mis experiencias. Y eso está en la base de nuestro trabajo. Dicho así parece muy fácil, pero pintado no es tan sencillo. Yo mismo estoy haciendo una pintura sobre Madrid que empecé hace dos años. Y al año siguiente le cambié la escala y este año le he cambiado la luz. Afinar en la forma de decir algo que ve el ojo y que no quiere ser más que lo que ve el ojo es muy difícil.

Hay quien le resta valor a este tipo de pintura.

Claro. Hay quien le resta todo el valor. Y eso no se puede ni discutir. No hay posibilidad de demostrar nada. Hay que convivir con toda la diversidad de criterios.

¿Le interesan los lenguajes del arte actual?

¿Pero cómo no me van a interesar? Claro que me interesan.

Pero no le llaman. ¿No se ha visto tentado a experimentar?

A mí me gusta hacer lo que hago. Creo en ese destino que me ha sido concedido y estoy conforme con él. Me gusta mi lucha y mis problemas. Y me satisfacen los aciertos que haya podido tener. Estoy muy de acuerdo con lo que he hecho. No cambiaría prácticamente nada.

Aunque se dice que las obras no se acaban sino que se abandonan...

Cuando trabajas en algo tan inmensamente infinito como es el mundo real lo que se termina eres tú; el mundo real no tiene fin. La realidad sigue ahí, muy alta.

Su obra deja testigo de cómo este país cambia

Todo va cambiando. Así es.

Y tanto. ¿Quién le diría que vería un día al presidente del Gobierno sentado en un juzgado?

Pues puede verse en una situación peor todavía... [risas]. En la historia de los políticos han pasado cosas muchísimo peores. Eso no es nada. Si es inocente no pasa nada. Lo peor es que no lo sea. Ese es el problema. Todo ha cambiado pero siempre dentro de lo mismo. El hombre es el que no cambia: los que mandan son parecidos y los que obedecen tampoco tienen mucha diferencia. Pero tendremos que arreglarnos como podamos.

¿Tiene alguna deuda con Picasso?

Todos la tenemos. Todos los pintores y artistas del siglo XX tenemos una deuda con Picasso. Como en su momento la tuvieron con Rafael, Rubens o Miguel Ángel. Es el artista de nuestra época que más ha cambiado las cosas. Con una diferencia enorme. Aunque eso no quiere decir que sea el de más valor, pero ha sido el más influyente. A mí me ha influido mucho. En mis primeros años, Picasso era el artista moderno. El que significaba el concepto de modernidad. Era el símbolo y el ejemplo de modernidad. Quien había limpiado de retórica todo el arte. Era un héroe.