Desde que en 2007 se celebrara en Málaga el mayor acontecimiento flamenco que se haya diseñado nunca, esta cita no ha hecho nada más que diluirse y convertirse en un programa intrascendente. Sí, sí, ocurrió en Málaga, no en Jerez, ni en Sevilla, desde entonces la rebautizada Bienal de Arte Flamenco de Málaga no ha levantado cabeza. Quizá en aquella ocasión fue un proyecto demasiado ambicioso con el que se cruzó la crisis, pero hay maneras de reverdecer laureles con sólo un poco de sentido común e interés político. Lo que no puede pasar es que haya gente que no sabe ni que existe tras seis ediciones.

La necesidad de recuperar este evento como un hecho relevante del calendario cultural malagueño vendría determinado por la toma de unas decisiones que tienen su mucho de política y no menos de sentido común.

Primero (1) habría que cambiar la institución que la impulsa o pasar a un formato itinerante comarcal. El Ayuntamiento de Málaga podría hacerla propia, lo que facilitaría la concentración de la actividad o que pase a ser una bienal itinerante si la institución municipal rechaza ser la promotora principal.

Es decir que pudiera celebrarse en cabeceras de comarca. Podría darse en rotación; por ejemplo Ronda 2019, Antequera 2021, Vélez 2023, etcétera. Esto facilitaría el efecto de focalizar para atraer más fácilmente público y seguiría cumpliendo con el hecho de que un evento cultural auspiciado por la Diputación tiene que tener salida obligatoria a la provincia.

(2) Sería fundamental la concentración temporal y en temporada baja. Es toda una quimera querer que un mismo público vaya un día a ver un espectáculo en Nerja y a la semana siguiente a Archidona a lo largo de todo un año. Aunque se separe temporalmente ese público no tiene tantas facilidades de desplazamiento. Se pierde fuerza de atracción. Hay que concentrar como hemos dicho en el punto uno y en dos o tres semanas. No más. El interesado, que suele ser de fuera más que de dentro, puede así pillar vuelos con antelación con sede fija en un hotel y hacer pequeños desplazamientos para disfrutar de estas actividades, además de visitar un territorio con otros alicientes. Si no, todo se fía al público local, que está muy poco acostumbrado por pagar por espectáculos flamencos, ya que peñas y concejalías lo malvenden y regalan el resto del año.

En Málaga hay una temporada baja que requiere de atracciones de este tipo para combatir la estacionalidad, octubre o noviembre o abril-mayo son dos épocas muy favorables. La gente tiene que entrar en teatros -el mejor espacio para la concentración que requiere esta música- y en tiempo de playa la dispersión está asegurada.

(3) Tener más presupuesto. En Málaga no puede haber ciento y un museos que cuestan millones de euros a las arcas de lo público y tener solo 250.000 euros de presupuesto cada dos años para flamenco, que es lo que en teoría sabemos que cuesta. Ni hablamos de lo poco que se gasta el Ayuntamiento de Málaga en el mismo capítulo. Ridículo. En Sevilla la aportación municipal supera el millón de euros, sólo para la Bienal. No podemos compararnos mientras esto no cambie y es recuperable la inversión, si se hace bien.

(4) Más presencia de malagueños pero con iniciativas de espectáculos 'girables'. La presencia de artistas flamencos locales debe ser mayor pero también hay que invitarlos o ayudarlos con directores artísticos o teatrales para que propongan o acepten realizar espectáculos y montajes con un interés añadido. No incluirlos con recitales que ya son de sobra conocidos por sus paisanos.

(5) Cursos de baile para ´enganchar´ al turista cultural. Los números del Festival de Flamenco de Jerez están ahí, que es buen espejo donde mirarse. En Málaga esto no ha ocurrido todavía. A la ciudad gaditana le compensa la inversión en su festival anual porque provoca miles de pernoctaciones de un tipo de turista muy interesante. El 80% de los espectáculos se llenan de japoneses, americanos y europeos. Todos de alta capacidad adquisitiva, que durante unos días pernoctan y comen en la ciudad que lo organiza. Realizan en gran número cursos de baile o guitarra por la mañana y van a espectáculos por la tarde y noche. Triple gasto. Hay empresas locales como las bodegas de Jerez que se implican y participan. En Málaga hay que seducir al sector privado, al empresariado. Es parte del éxito.

(6) Espectáculos interesantes, ex profeso y con recorrido. Crear un circuito de teatros en los pueblos de la provincia y el resto de Andalucía para que no queden en espectáculos de debut y despedida. Eso es tirar el dinero y el esfuerzo. Y hay que provocar opciones de que un espectáculo que puede llevar la vitola de haber sido producido en Málaga ruede por el mundo. No vale que traigan mayoritariamente artistas flamencos conocidos, con propuestas más que placeadas y que no generen interés en el espectador ni vayan a tener un rendimiento añadido en el hecho de que sea un producto de la Bienal malagueña.

(7) Abrirse a las heterodoxias. El flamenco no es un elemento de museo, por mucho que la Junta vaya a construir uno en Jerez. El flamenco está muy vivo, quizá mejor que nunca en lo profesional. ¿Por qué no se deja estar, en cierto equilibrio y sin desvirtuar, ciertos experimentos que mezclen lo flamenco con otras músicas o experiencias artísticas? En Málaga se ha llegado a dar una imagen de excesivo purismo y aburrimiento en las propuestas. Pueden convivir sus dos tendencias.

(8) Málaga necesita reconstruir su historia flamenca y reivindicarla. La investigación. Los malagueños desconocen por qué Manuel Machado llamó a Málaga, cantaora en aquel célebre poema. Pero es que esta ciudad y provincia están en la misma génesis andaluza del género, con un protagonismo capital. El flamenco no es sólo cosa de sevillanos y gaditanos como se nos hace creer. Hay que apostar por la edición de libros de investigación alrededor de esta música. La Universidad debe implicarse en ello de manera clara y promover una beca de este tipo sobre trabajos no sólo de arqueología documental sino también de economía o de física, si viene al caso.

(9) Una mejor difusión. Un evento acontecimiento sustentado por lo público necesita que deje una huella profunda y periódica en los medios de comunicación. A los que, por cierto, subvenciona bien el resto del año. También necesita mejor presupuesto esta parcela. Necesita también que se creen convenios de crítica de espectáculos y reportajes sobre el género. Es un gran déficit el existente en este apartado. A veces parece que hay espectáculos en la Bienal de Málaga que no han sucedido. Cualquier otro programa cultural parece merecer más atención.

Y por último (10) caminar hacia la búsqueda de la independencia política. La Bienal de Flamenco de Málaga debe ser una fundación o patronato con cierta independencia de los vaivenes políticos. No como ahora. Tratar de profesionalizarla en la medida de lo posible. Como lo están siendo los museos en Málaga, con alguna independencia más. Con más participación, representación, del sector privado y en la búsqueda de cierta rentabilidad económica además de la cultural y social.

Para más información sobre esta tribuna y el autor visitar www.castillodelingles.es