Desde la grada del Teatro Echegaray contemplamos un espacio completamente abierto y casi cubierto de blanco. Es el área donde 37-Guernica-17 va a dejar sobre nuestras retinas las imágenes que Picasso plasmara sobre su lienzo, pero convertidas en movimiento que indaga en la justificación de su siniestra iconografía. Factoría Echegaray da comienzo así, con este excelente espectáculo de danza, a la nueva temporada. De la mano de Fernando Hurtado, que firma coreografías y dirección, y que también interviene como bailarín, se desarrolla un impactante proceso de imágenes que conjugan las composiciones corporales con los medios visuales con una inteligente articulación de los elementos escénicos para lograr una dramaturgia elaborada e inmediata al espectador. Del estupor a la locura. Ésa es la sensación que se desprende de los personajes. De lo cotidiano a lo incomprensible de la barbarie de los hechos. De la normal convivencia a la masacre. Pero no sólo como pueblo bombardeado como conjunto y que busca la denuncia en la representación pictórica, sino como individuos que acabaron representados en el lienzo. La madre que pierde a su bebé, es un ejemplo. Las transformaciones progresivas del sentimiento en esas coreografías nos ponen los pelos de punta. Y, sin embargo, no es lo más desgarrador todavía. Cuando Hurtado en su narración nos ha atrapado ya con ese ambiente de dolor, rompe totalmente con un dulce dueto (magníficamente interpretado) entre el artista Picasso y su musa que encara el contexto anterior a la distancia del observador. Es terrible esa sensación de alivio que invade al espectador, porque al relajarnos nos hace conscientes. Aún queda mucho espectáculo. Muchos momentos hermosos donde la luz que imprime el espacio se manifiesta como parte importante del conjunto, esa mano siempre certera de Antonio Arrabal creando belleza en el diseño de luces. Una selección musical muy concreta y eficaz. Y un gran trabajo el del ilustrador José Medina Galeote, que adereza con un atractivo especial las escenas que se suceden. No en balde es con su paloma atravesando el fondo del escenario, en silencio, como da comienzo 37-Guernica-17. Ya, un comienzo que atrapa y que no te deja hasta ese final donde el desvarío se concreta en una macabra danza entre algunos iconos del cuadro al son de harmonías discotequeras. Un choque cruel. Un trabajo excelente de intérpretes y creadores, que deja la sensación de agradecimiento por lo que es un placentero disfrute de lo teatral.