Entre las muchas efemérides que van a ocupar la recién iniciada temporada de conciertos, Málaga aporta una tan especial como ilusionante, tan desconocida como sorprendente. Poco a poco la figura de Juan Francés de Iribarren abandona el calificativo de anecdótico o secundario trasnochado para descubrirnos la originalidad y vanguardia -al menos en su momento- de este compositor que escribiría el grueso de su catálogo desde su magisterio al servicio de la Catedral de Málaga. Doscientos cincuenta años después del fallecimiento del compositor de Sangüesa, un nuevo trabajo discográfico, auspiciado por la OFM, verá próximamente la luz pero también varios conciertos donde mMaestro de capilla es protagonista. El primero de ellos llegaba el pasado martes de la mano de Sociedad Filarmónica de Málaga en el concierto inaugural de su nueva temporada, de la mano de la Capilla de Música Maestro Iribarren, que dirige Antonio del Pino.

El más que sobresaliente programa propuesto por el maestro del Pino puede resumirse en las luces, las fuentes y las inspiraciones sobre las que Iribarren construiría el inmenso tesoro que custodia el archivo de la Catedral. Una segunda idea circuló por el concierto: la afirmación de que el período barroco -musicalmente hablando- fue un estilo más internacional que impuesto y la prueba puede ser constatada en las abundantes influencias estilísticas de la obra del insigne maestro o en autores como el inglés Jeremiah Clarke presentes en el programa ofrecido a los miembros de la Sociedad Filarmónica.

A la capilla de Música Maestro Iribarren les acompañaron la trompeta del profesor Vicente Alcaide y la voz del contratenor José E. García. Lejos de la intención, ambos solistas dictaron una seria lección musicológica anunciada con la Sonata a Quattro de Corelli, que abría el concierto. Alcaide debía, por un lado, superar las dificultades propias que plantea la trompeta barroca y, por otro, conseguir el espacio interpretativo sobre el que asentar su presencia en el escenario de la María Cristina. Músico sólido y muy atento al discurso establecido por Antonio del Pino con momentos de extraordinaria brillantez al compartir protagonismo con el contratenor Jorge García.

Gaditano de nacimiento, Jorge García es, sin duda alguna, una voz a considerar dentro del florecimiento de la técnica para el registro de contratenor. De su interesante Bassani subimos exponencialmente con la cantata Rimbomba mia tromba de Melani que cerraba la primera parte del programa. En la segunda parte descubriríamos una curiosa cantata del italiano Bononcini hasta culminar el ascenso con la Cantada Camina, corazón, busca ventura de J. F. Iribarren, cerrando el concierto.

Antonio del Pino y la Capilla Iribarren poco a poco van escalando solidez y complicidad como conjunto, algo que trasciende al considerar el empaste, ataque y dinámicas desde la dirección o la propia emisión como conjunto.