Más de 40 años de carrera y doce millones de libros vendidos. Una repercusión muy grande en la literatura.

La verdad es que solo quería escribir. Pero un día te dicen: «¿Sabes que eres el autor vivo español que ha publicado más libros?». Y te entra canguelo, porque sabes que ya toda la vida te va a caer encima ese sambenito. En noviembre hará de mi primer libro 45 años y, sobre todo, lo que me emociona es que siga gustando a un tipo de gente que se renueva constantemente, los jóvenes.

En Asia usted y sus libros son verdaderamente muy populares, ¿verdad?

Es increíble, Corea y China son los países en los que más tengo publicado. A veces pienso: «¿Cómo cogerá mi humor —que es humor español, con cierta mala leche— un niño coreano?». Pero los niños son niños. Están abiertos a todo.

Conoce la juventud literaria de aquí y de Latinoamérica a través del taller de lecturas de Medellín, ¿hay diferencias en la inquietud literaria?

Hace treinta años, iba por España dando charlas por colegios y era alucinante. Dejé de darlas hace catorce años porque se perdió ese entusiasmo. Pero te vas a Colombia, México… Y es lo mismo que en España hace treinta años. Para ellos aún es novedoso.

Su camino literario lo inició a los ocho años con su primer cuento, ¿recuerda el argumento?

Era una novela de tres páginas. Se llamaba Asalto al First National Bank, porque en aquella época siempre salía en las películas americanas. Unos ladrones robaban el banco y en la huida se caían por un barranco y morían. Mi padre me lo rompió, así que nunca lo pude conservar.

¿Cómo logró mantener la determinación de ser escritor, rodeado de gente como su padre, que le decía que no escribiera?

Mi padre me prohibía escribir. Y no es que se enfadase, no, es que lloraba. Si me sorprendía escribiendo algo, se ponía a llorar. Me decía que me iba a morir de hambre. Luego, en la escuela, como era tartamudo, recibía palizas. Pero, estaba tan convencido de que iba a ser escritor, que a cada golpe que me daban decía «Sí, sí. Pero yo un día seré algo, tú no». No sé por qué, pero me aferraba a ese sueño y nunca hubo un plan b. Estaba segurísimo de que podía escribir. Igual con la música. Tenía cinco revistas de música, y lo dejé todo para ser escritor.

¿Le pesa que su padre no llegara a ver su absoluto triunfo literario?

Cuando publiqué el primero, no se me ocurrió ir a mi escuela para decírselo a la profesora de Lengua que a los doce años me llamó inútil, y me dijo que no soñara porque nunca iba a ser escritor. Pero a mi padre quería demostrarle que tenía razón yo... El día que me dijo: «Has publicado un libro, pero de música. Si un día te dan un premio literario, ya empezaré a pensar que tienes razón». Y va el tío y se muere dos semanas antes de que yo gane mi primer premio literario. ¿Por qué crees que he ganado tantos? Porque cada vez que gano uno es como un homenaje a mi padre.

Este año su lista de libros ha engordado con varias obras, entre ellas, «Las palabras heridas». Dice que es un libro distinto a todo lo que ha hecho.

Mucha gente me dice que es mío porque tiene mi estilo, pero el tema, un campo de prisioneros políticos en un país asiático, es algo que nunca había tocado.

Habla de Sierra i Fabra como una marca.

Lo soy, porque me he convertido en un monstruo de feria. Soy un fenómeno extraliterario. La gente a veces viene a ver, no al escritor, sino al tipo que ha hecho más de 500 libros. Me miran como si fuera la mujer barbuda. Y me da pena que me vean así, porque soy escritor ante todo.

¿Qué es un Sierra i Fabra?

Quiero que un lector me lea esperando que le sorprenda. Hago ciencia ficción, novela policíaca, poesía... Así que cuando publico algo, el lector no sabe de qué voy a hablar. Pero sí que habrá capítulos cortos, mucho diálogo, frases contundentes y ritmo. Esa es la marca.

¿Cuántas obras tiene en la recámara ahora mismo?

Yo tengo ahora 40 ó 50 compartimentos, y en cada uno hay una idea. Los manejo todos al mismo tiempo. Por ejemplo, compro un periódico y leo un reportaje que engorda el archivo 24, que es el de tal libro. Pues arranco la página, la leo y ese archivo crece. Cuando un archivo tiene todos los datos, escribo el guion. Siempre los preparo mientras viajo, y me voy a islas desiertas, me aíslo para pensar. Cuando lo tengo acabado, no lo escribo enseguida. A veces me lo guardo tres meses o un año o lo escribo en verano. Escribirlo es lo más sencillo.

¿Se le agotarán las ideas algún día?

No creo, porque tú me das un periódico de hoy, y te saco tres novelas. El 10% de mi obra la he sacado de periódicos. Yo no leo noticias, busco historias. Las hay detrás de cada noticia, menos en las de Cataluña y los fuegos de Galicia. Eso es dramático.