Vuelve a Málaga la bailaora Sara Baras entre la emoción de estrenar en Andalucía su nuevo espectáculo, Sombras, y los nervios que siempre le invaden al regresar a la que considera su casa. El escenario del Teatro Cervantes será su territorio entre el miércoles 22 y el domingo 26 de noviembre, desde el que mostrará un recorrido por sus dos décadas de trayectoria.

Sombras suele ser sinónimo de oscuridad, de falta de luz, de algo negativo...

Te voy a contar la verdad: soy madrina de la Asociación Mi Princesa Rett y la primera vez que a les dije a las niñas la palabra sombras les impresionó por ese mismo motivo. Pero yo veía las sombras por el lado positivo, como por ejemplo la sombra de Peter Pan. Y hablando con Paco, el padre de Martina [Francisco Aranda es el fundador de la citada asociación], me dijo que cuando las niñas tienen crisis les llaman sombras. Me quedé de piedra, porque veo las sombras en positivo y con mucha profundidad, como algo que me acompaña y me ha enseñado mucho. Y a la hora de celebrar los veinte años de la compañía y pensar en lo que más me ha acompañado o marcado en mi carrera, pensé en la farruca. La farruca es mi sombra, de una manera muy positiva. Pero es cierto que no todo el mundo lo ve así.

¿O sea, que no se trata de un espectáculo negativo ni oscuro?

No, es un espectáculo con una energía muy positiva y con un colorido muy alegre. Busca la belleza a las cosas, pero con profundidad. Y recordando un poco las cosas que me han marcado y gracias a las cuales tenemos un lenguaje nuevo.

Una de sus sombras es la farruca, un baile masculino con el que se atrevió hace veinte años. ¿Es el atrevimiento es otra de esas sombras que siempre le han acompañado en su carrera?

Sí. Hace veinte años que hice mi primera farruca. Y con el tiempo he pensado en lo valiente que fui al hacer cosas que a lo mejor hoy día no me hubiera atrevido a hacer, como montar una compañía.

¿Está hablando de que aquellos atrevimientos eran entonces consecuencia de la inconsciencia?

Sí. Hablo de que a veces la ignorancia te hace ser más valiente.

Pero cuando hizo su farruca pensó que era un baile bonito y no le importó saltarse eso de que era solo de hombres...

En el sentido creativo por supuesto que sí soy valiente. Y no puedo ser de otra manera porque tengo como ley dejarme llevar por lo que siento. Aunque estudio mucho y tengo una técnica a base de trabajo y el sudor del día a día. Y lo que siento no puedo limitarlo, porque de lo contrario no crearía nada. Y tengo que mostrarme tal y como siento. En ese sentido, todo lo que he podido hacer lo he hecho. En este espectáculo, por ejemplo, hago una farruca con Tim Ries, que ha sido saxofonista de los Rolling Stones. Pero me refería a otras cosas, como montar una compañía, que aunque lo haces con toda tu ilusión, después te vas dando cuenta de que son muchas personas a tu cargo y muchas responsabilidades.

¿Se topó en sus primeros años con los azotes de los que consideran el flamenco como una piedra preciosa a la que admirar sin tocarla?

Sí. Soy una enamorada de mis maestros y cuando vas viendo cómo han evolucionados sus vidas, es verdad que se topan con esto. Parece que al principio hay gente que no está de acuerdo y que con el tiempo se acaba entendiendo. Camarón lo decía con La leyenda del tiempo: «Ya me entenderán dentro de 20 años». Y además, es verdad. Creo que con respeto y amor a lo nuestro uno puede hacer las cosas con el corazón.

Picasso, por ejemplo, admiraba a los grandes maestros de la pintura, aunque después los destrozaba en sus lienzos...

Claro. Cuando se me ocurre algo, de primeras me digo que estoy loca. Pero es así: quiero bailar una farruca vestida de hombre y de repente me encuentro a mí misma. Y me siento más femenina que con una bata de cola. Y supongo que le pasaría lo mismo a la maestra Carmen Amaya, a la que de repente le quemaban los pies y los usaba para bailar cuando las bailaoras solo usaban los brazos y la cadera. Y supongo que será a así en todos los artistas. Los artistas que aportan algo más tienen como un punto parecido a la rebeldía, aunque realmente no lo sea.

El flamenco es nuestro patrimonio. ¿Cree que estamos cuidándolo como se merece?

El amor que le tenemos a lo nuestro es bestial, pero a veces me da pena que no se valore tanto en nuestro país, sobre todo siendo un arte tan importante que nos representa en todo el mundo. Nos debería llenar de orgullo y tendríamos que tratarlo con mayor seriedad. Duele que no haya escuelas o compañías suficientes para que los artistas desarrollen su arte. Por otro lado, te diré que si sueñas y trabajas y tienes suerte, se puede. A la gente joven le digo esto mismo: «Si lo sueñas puedes hacerlo».

Usted representa a España allí donde actúa. ¿Cómo vive la situación que se está viviendo en Cataluña?

Mi relación con Barcelona siempre ha sido maravillosa. Siempre hago allí temporada cada dos años y el público responde de una manera increíble. Lo que está pasando me da mucha pena. A ver si se suaviza un poco la cosa. Me quedo con que es una tierra maravillosa y de gente maravillosa.