Waldemar-George, que fue uno de los críticos más influyentes de Europa en los años 20 del pasado siglo, experimentó una evolución en sus textos que le llevó desde la admiración a las vanguardias y a Pablo Picasso hasta un rechazo frontal a cualquier forma de abstracción.

La Fundación Picasso, con sede en la Casa Natal del artista, ha reunido en el cuarto volumen de su colección "Textos recuperables" una decena de escritos sobre el malagueño a cargo de Waldemar-George, seudónimo de Jerzy Waldemar Jarocinski (1893-1970).

"Waldemar-George es uno de los grandes olvidados de los años 20, cuando era uno de los pilares fundamentales de la crítica de arte", ha resaltado hoy en la presentación el responsable de esta edición bilingüe, Carlos Ferrer Barrera.

En estos textos se aprecian "los vaivenes de Waldemar-George, desde su apoyo a las vanguardias y a Picasso en los años 20 hasta un rechazo frontal hacia cualquier forma de abstracción, pasando por el intento de establecer un nuevo humanismo en los años 30".

Ese nuevo humanismo estuvo "basado sobre todo en algunos artistas italianos que fueron apoyados por el régimen de Mussolini, y esos rasgos humanistas están siempre relacionados con la idea de una Europa heredera del clasicismo grecorromano", según Ferrer Barrera.

Este neohumanismo "plantea que debe haber unos valores eternos que hacen de la cultura europea el estado ideal o superior de la cultura, y esto enlaza con algunos ideales de los fascismos y choca con el interés de los cubistas y los surrealistas por otras culturas como la africana", ha añadido.

Para Waldemar-George, "el hombre es la medida de todas las cosas, y el arte necesita un nuevo Renacimiento que le coloque en el centro de la cultura".

Este crítico basó algunos conceptos en la idea de raza, "lo que le valió bastantes críticas, sobre todo en los sectores más avanzados de la modernidad, y ser ferozmente criticado por el surrealismo", ha señalado el autor de esta edición.

Respecto a Picasso, Waldemar-George "apreciaba los periodos azul y rosa, y especialmente algunas obras de 1905, hasta el punto de proponerlas como modelo para los jóvenes del momento".

Sin embargo, la faceta analítica y sintética del cubismo de Picasso le producía "malestar e incomprensión" a Waldemar-George, quien también criticó "el apego a lo que se conocía entonces por lo primitivo".

"Waldemar-George planteaba encontrar unas reglas de juego fijas y constantes para el arte moderno y ahí se alejó de las pretensiones de las vanguardias artísticas y de Picasso", que apostaban por la ruptura, la novedad y la libertad creativa.

Este crítico, que llegó a acusar a Picasso de hacer "arte decorativo", consideraba que el artista malagueño "ya había encontrado su particular humanismo a finales de los años 10 y principios de los 20, pero esa necesidad suya de seguir buscando le hizo caer en un círculo vicioso del que no podía salir nada bueno", ha añadido Ferrer Barrera.