Arte y moda. Dos sectores, dos palabras, dos conceptos que van de la mano casi siempre. Es muy habitual ver cómo los diseñadores se inspiran o representan en sus colecciones obras de arte de creadores de diferentes siglos. Pero hay veces que son los diseñadores de moda los autores de una obra de arte digna de admiración. Y es en ese punto en el que esa unión de palabras cobra más sentido que nunca. Uno de esos casos es el de Manolo Blahnik (La Palma, 1942). El creador de los zapatos más famosos del mundo, conocidos como los manolos, es uno de esos diseñadores que demuestran que la moda es un arte. Por eso, él y sus zapatos son los protagonistas de una de las exposiciones más esperadas del año, que se puede visitar hasta el 8 de marzo en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.

Con sólo echar el primer vistazo a una de las salas que componen esta muestra, uno se da cuenta de que lo que hace Blahnik es mucho más que calzado. No son complementos bonitos, no son aliados para hacer a la mujer más bella, no son objetos de deseo€ son piezas con una historia, con un sentido, con una calidad, con una técnica meticulosa que bien merecen estar en un museo. Durante los últimos 45 años, el creador, afincado en Londres, ha demostrado que un zapato es un objeto con personalidad propia que trasciende su mera funcionalidad. Y eso le ha valido numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera, incluidos el título honorario de la Orden del Imperio Británico y el Premio Nacional de Diseño de Moda. Ha vestido a las mujeres más sofisticadas, ha colaborado con nombres propios de la moda como Yves Saint Laurent, Óscar de la Renta o John Galliano, ha protagonizado portadas de las revistas de moda más influyentes, y, lo más importante, ha enseñado al mundo que para triunfar no hay grandes secretos. Hace falta una pizca de suerte, sí, pero el esfuerzo, la investigación, la curiosidad, la pasión y la originalidad son los ingredientes de la receta del triunfo.

Mundo interior

Tras cruzar la puerta del museo, comienza un auténtico viaje por el mundo interior y exterior de Blahnik gracias a 212 zapatos y 80 dibujos originales. A través de sus zapatos más emblemáticos, de fotografías de sus álbumes familiares o de los archivos de la revista Vogue, una de las organizadoras de esta muestra, se recorre la línea temporal de la trayectoria del diseñador, pero también sus obsesiones, sus inspiraciones y los aspectos más desconocidos de su proceso de creación.

Divida en nueve áreas, la exposición arranca en el taller del diseñador. Porque para entender qué es un manolo, hay que conocer las décadas de estudio y trabajo que tiene sobre sus hombros su creador. Como muchos otros, Blahnik se introdujo en el mundo de la moda desde niño gracias a su madre, que solía encargar vestidos con los mejores tejidos a modistos de Madrid y París. Así, comenzó a investigar sobre materiales, a imaginar estampados y a experimentar. Fue gracias a una recomendación de la directora de Vogue Estados Unidos, Diana Vreeland, por lo que Blahnik se centró en el diseño de los zapatos de mujer. Y así, en los años 70 comenzó a despuntar por la perfección de sus hormas -su pasión por las proporciones del pie le viene de estudiar a los artistas griegos Fidias y Praxíteles-, y, sobre todo, por sus tejidos y sus diseños. El brick, una sandalia de plataforma realizada en corcho y forrada de cuero negro, realizada para el desfile de Kansai Yamamoto, en 1971, es un ejemplo de su vanguardismo.

Elegancia

Pero si hay algo que caracteriza a Manolo Blahnik es la elegancia. Por las vitrinas que componen la exposición aparecen sus maravillosos stilettos con una infinidad de tejidos inimaginables. De tartán, de seda, con pedrería incrustada, de encaje, de serraje, de rafia, de ante, de cuero... un universo de colores y mezclas que hacen referencia a las diferentes temáticas que marcan la vida de Blahnik: la arquitectura, el cine, el arte, la naturaleza, la cultura española y la británica, Italia, África, Oriente, las cenas de gala, las mujeres, la literatura y la belleza, entre otras muchas cosas. Desde los bocetos realizados, en tinta que cuelgan de las paredes hasta la muestra de todas las piezas que componen uno de sus modelos -Josefa, de la colección verano 2017 realizado en honor a la arquitecta Zaha Hadid- y el resultado final, se ve el nivel de artesanía que hay en cada zapato firmado por Manolo Blahnik. Por eso, sus diseños, además de convertirse en objeto de deseo para muchas mujeres del mundo, en parte por la adoración que profesaba por ellos la protagonista de la serie Sexo en Nueva York, Carrie Bradshaw, un referente de estilo para las amantes de la moda; también son un ejemplo de esa diferenciación dentro de un mundo cada vez más uniformado.

Artesanía

Un salvavidas basado en la artesanía y el buen hacer -no se fabrican más de 100 pares de manolos al día- frente a la producción en serie y las modas masivas. Sandalias enredadera llenas de flores o con lagartijas de piel, stilettos arquitectónicos o inspirados en los guerreros samuráis, botines con cristales de colores bordados o con pieles de animales exóticos, botas XXL de satén en colores neón o de tela vaquera y con pedrería, que el diseñador realizó en colaboración con Rihanna; sandalias con piedras preciosas o abotinadas con piel e incrustaciones de pelo; el campari de charol de Kate Moss o los diseños personalizados para Linda Evangelista y para el vestuario de la película María Antonieta, de Sofia Coppola, protagonizada por Kirsten Dunst, son algunas de las joyas que se pueden ver en esta exposición. La carrera de Manolo Blahnik se puede definir como intensa, apasionada y ajena al look, entendiendo por éste la moda determinante de cada época. Y gracias a su arte para hacer zapatos consigue transmitir a todo el que los ve esos mismos sentimientos. Sin duda Manolo Blahnik ya se merece en vida el reconocimiento de mito auténtico de la moda y el diseño.