Dos monumentos, piezas clave del repertorio protagonizaron la primera actuación de la formación Málaga de Cámara para la Sociedad Filarmónica para su quinto programa de la temporada. Curiosa formación -formado por un trío y un cuarteto- que participa de la propia esencia del género «tocar, tocar y volver a tocar». Y con esta idea acercaron hasta la Sala María Cristina páginas de Mozart y Schumann. Málaga de Cámara rozó el pleno de la sala aunque más significativo apetece el ambiente de complicidad que se respiraba con los profesores y el propio poder de convocatoria del programa.

Lejos del do, re, mi este sólido conjunto se presentó adentrándose en el quinteto que Mozart escribiera para el clarinetista Anton Stadler o el piano en el caso de R. Schumann y que en su estreno abordó F. Mendelssohn . Rafael García fue el encargado de defender el clarinete y poner de manifiesto el constante diálogo entre la madera y las cuerdas. El K. 581 revela un dominio absoluto de la forma en contraste al quinteto escrito por Schumann más independiente y libre.

Cuatro tiempos contrastados articulan el Quinteto para Clarinete de Mozart. Desde el Allegro de apertura se observa el interés de los atriles por conseguir una emisión carnal gracias a la figura central de R. García, ejemplo de maestría e interpretación. El conocido larghetto se erigió en uno de los grandes momentos del concierto que en nada presagia la explosiva coda con la que se cierra el allegreto conclusivo.

Si Mozart inaugura el repertorio para clarinete y cuerdas, a R. Schumann le corresponde el honor de introducir el piano dentro de esa formación pura que es el cuarteto. El año cuarenta y dos es para Schumann un año de intensa producción camerística. Fruto de esta frenética actividad nace el Quinteto en Mi bemol mayor. Nuevamente una página no sólo maestra sino también modelo que inspiraría a otros compositores. Desde la introducción se aprecia el constante diálogo entre instrumentos como prueba el allegro inicial. La precisión técnica llega de los aires marciales impuestos en el segundo tiempo y el valor de la forma quedó al descubierto en el Allegro final. Apreciable también la aportación al conjunto del violín de Mario Navas y la viola de Manuel Moreno. Málaga de Cámara debe volver y lo debe hacer con la misma sencillez y rigor con el que se han presentado.