Sueños, de Compañía Nacional de Teatro Clásico, La Llave Maestra y Traspasos Kultur con Juan Echanove a la cabeza se representó para el Festival de Teatro de Málaga en el Cervantes. Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo. Este es el título con el que se publicaron una serie de textos, cinco, en los que Quevedo se despachaba contra los estamentos de la sociedad del momento entre efectos de lenguaje artificioso e imágenes metafóricas. Un repaso que le costó sus problemas con la censura. Y como si ya de por sí no fuera complicado de poner en escena, la versión de José Luis Collado agrega más personajes y textos del autor para crear, eso sí, un espectáculo con un resultado brillante.

El Quevedo que contemplamos es un hombre derrotado físicamente, y atormentado por lo que se le escapa: la vida. Esa que ha experimentado plena. La miseria física y los recuerdos le llevan a recorrer la memoria de su biografía mezclándose en su percepción del presente con febriles apariciones conceptuales, con ideas que imagina y se deforman en su estado mental. Lo mágico de este espectáculo es lo que vemos. Vemos ese trabajo impresionante de Juan Echanove dando vida a un hombre hundido. Una creación física de matices elaborados con precisión, con sutileza, para un personaje desmesurado. Lo que transmite Echanove desde su Quevedo es eso que solo se puede admirar y disfrutar en trabajos interpretativos imposibles de olvidar. Pero está claro que ese componente humano participa de una puesta en escena y un desarrollo dramático. Y aquí la dirección de Gerardo Vega ha logrado aunar un lenguaje teatral y una puesta en escena limpios, casi asépticos, para indicarnos con ingenio creativo todo un mundo barroco. Intenso, vehemente, expresivo, meticuloso.

El discurso se nutre tanto de juegos coreográficos grupales como de proyecciones; no sobra nada, encaja a la perfección. Es más, la belleza visual logra un resultado que enfatiza la decadencia de los personajes. Personajes que, en su diversidad y multiplicidad, están interpretados por un elenco de actores envidiable y que llevan a cabo trabajos apasionantes. Este espectáculo es sin duda un reto el que Gerardo Vega y Juan Echanove se han echado a la espalda y que, pese a lo abrumador de dar forma a un texto sin una narración fácil, consigue un resultado del que sentirse orgulloso porque el espectador lo disfruta satisfecho tanto sensorial como emocionalmente.