Luis Aranzana tiene voz de doblador de cine y una sonrisa que destaca a pesar de estar escoltada por pobladísimas barbas blancas.

«La poesía me ayuda a vivir y a digerir la existencia», confiesa mientras monta, en mitad de la calle Larios, su puesto de poeta de guardia, una expresión en recuerdo del libro más conocido de su amiga Gloria Fuertes.

Hace cosa de una década, a este psicólogo madrileño de 61 años la vida le dio un vuelco en solo 23 días: «Se me juntaron la muerte de mi madre, el final de una relación de pareja de una mujer con la que estuve 16 años y, entre medias, el suicidio de un paciente, el primero que me ocurrió».

A partir de ahí, Luis cayó en una profunda depresión y en la droga y se vio viviendo en la calle, primero en Madrid y en Valladolid y durante los últimos seis años en Cádiz, donde se reinventó como poeta de guardia, un oficio bajo el sol con el que, a cambio de la voluntad, recita poemas de Machado, de Miguel Hernández, de Calderón... pero sobre todo escribe poemas de su invención para quien se lo pide, después de un agudo interrogatorio, porque para eso ha sido veinte años psicólogo. «Hago poemas pero con una condición: que sean de cariño y aprecio, si son de odio y de precio, que se los hagan ellos porque yo en ese charco no me meto», recalca.

Y en cuanto a cómo reacciona la gente cuando se planta con sus libros sobre la Generación del 27 y sus cuadernos, admite:«Me ha pasado de todo». Recuerda, por ejemplo, el médico de Cádiz que se le acercó, porque quería un poema de despedida ya que dejaba el hospital de Puerto Real después de 40 años. «Quedé para comer con él y le hice muchas preguntas. Indagué porque yo soy psicólogo», señala. Tampoco olvida, ya en Málaga, la pareja de mujeres, a la que le dedicó unos versos que comienzan: «Un regalo en la tarde/en mi puesto de poeta de guardia me piden poesía/ una pareja, alma de Lesbos,/como Safo, la pionera de cualquier poeta». Como confiesa, «yo ya no escribo, mi boli va solo».

Luis Aranzana es además el protagonista de un precioso corto, Iguales, sobre las personas que duermen en la calle, que fue galardonado en 2015 con el premio del Festival de Cine Documental de Cádiz. La experiencia le animó a fundar en Cádiz Iguales en Acción, una ONG que tiene como objetivo «un proyecto empresarial para dar trabajo y vivienda a personas sin hogar».

El año pasado, además, su poema Soñar a coro, que leyó en público, cerró en el Palacio de Ferias de Málaga, un congreso sobre economía del bien común.

Luis ha dormido en la calle, en albergues y conventos y desde finales de diciembre recala en Málaga, en casa de una familia del Palo, para la que cocina a diario, además de colaborar en la vecina parroquia de San Juan de la Cruz, porque se considera cristiano, y tiene unos preciosos versos cuando fue acogido por unas carmelitas.

A diario, depende de como se dé el día, puede reunir «cuatro o cinco euros, o veinte o treinta» en su puesto de guardia. Luis (teléfono, 654 803 476) se ofrece además para cuentacuentos (él mismo los escribe) y para cualquier reunión en la que se eche en falta la poesía. La vida le dio un varapalo, los versos ahora se la dulcifican.