Un martes, 6 de febrero, hubo un gran revuelo a causa del nacimiento de una nueva estrella de la música. Amaia de España anunciaban las radios matutinas y algunos medios abrían a cinco columnas con la llegada de una joven de Pamplona al circo de la industria del espectáculo de masas. No se sabe si algún día esa dulce juventud de hoy, con voz de Aretha Franklin, estará entre los galardonados que reciban con honores la medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Pero hay asuntos que parecen hoy una utopía y el día de mañana pueden convertirse en realidad. Y Málaga ejerció este martes, precisamente, como guía para los que quieren dedicar su vida a ese complicado oficio que se llama arte. Los inicios y el culmen. Las alocadas ganas del principiante y el camino recorrido de quienes se erigen como consagrados.

Con el Pompidou ejerciendo de escenario y acentuando su significancia, los Reyes aparecieron por la capital por tercera vez en pareja. Don Felipe y Doña Leticia. El primero había estado el pasado 2016 para la inauguración del Museo de Málaga, pero, en aquella ocasión, vino en solitario. El Muelle Uno, huella de lejanas civilizaciones mezcladas con la modernidad de una ciudad que ya figura en las páginas del New York Times, acogieron el acto con un atrezo que tiende a parecerse de una vez para otra: vacuidad por fuera, es decir en los aledaños del museo francés, y contenido por dentro. Mucho idioma institucional, como siempre, pero con algunos mensajes latentes para agitar el corsé. José Coronado no dudó en recordarle a Íñigo Méndez de Vigo la imperiosa necesidad de rebajar el IVA cultural. El ministro de Cultura, por su parte, mandó un mensaje con destinatario en Bruselas: "En un tiempo en el que algunos parecen empecinados en sembrar la división, la cultura emerge para aglutinarnos".

Podría hablarse, para poner todo en contexto, primero, de las personas que se congregaron en las afueras para recibir con parabienes a Don Felipe. Desde las 10.00 horas había cerca de un centenar esperando con unas temperaturas gélidas que contrastaban, sin embargo, con la calor que sentían por dentro. "Viva el Rey". Una y otra vez un grito proferido por un espontáneo y secundado por el resto. No es el eslógan más original, pero demuestra que sigue en su plenitud. Algunos agitaban banderas, pero la espera se intuía larga. Hubo menos expectativa que en otras ocasiones. La parada de los políticos y los cargos institucionales empezó a desfilar poco a poco. El primero de renombre en girar por la esquina fue Juanma Moreno. Deslumbrante chaqueta estilo Peacot Trench y bufanda. Echó mano a los más cercanos para prolongar la espera hasta la llegada de Méndez de Vigo. Citröen berlina. Lunas tintadas igual a coche oficial. Abrazo y sensación de confianza. Por el otro lado, también, Daniel Pérez, el aspirante a alcalde del PSOE buscando su hueco en la ruleta del poder. Francisco de la Torre con el ánimo levantado. Si lo que he construido yo, no son méritos para seguir podría pensar para su interior. Por parte de Ciudadanos, Juan Cassá y Guillermo Díaz. Aseguran algunos que el libreto naranja para 2019 lo escriben ellos.

Susana Díaz llegó después. Formal. Sin aspavientos ni fuegos de artificios. Junto al Rey, fue la más solicitada por el pueblo llano. Cosecha como nadie en estas ocasiones el ir por la vida con aliento cercano. Había la sensación, por un momento, que podía haber saludado pero reprimió el instinto. No había una alfombra roja, pero la tapa también se abrió por las caras conocidas. Jorge González, director del Málaga Palacio, acompañado por su querida Nuria Fergó. Ella musa y exuberante. Encarni Navarro y su querida caja de resonancia.

Ahora sí, el desfile de coches kilométricos anunciaba la llegada de Don Felipe. Le recibieron Díaz, Méndez de Vigo e De la Torre. Hubo muchas ganas de acercarse al monarca, pero todo quedó en un saludo de lejos. En su última visita a Málaga se adscribió al saludo cercano, algo que no se produjo en esta ocasión. El acto en sí, se prolongó durante dos horas. La expectación, entre los medios, fue mayúsucula. No se había visto a tanto periodista y cámara junto en mucho tiempo. Aparejado a ello, desfilando un ejército de hombres trajeados con intención de domar a las fieras: "Por aquí no". "Por allá tampoco". Ni que todos fuéramos animales.