Temporada de abono OFMTeatro Cervantes

Programa: Concierto para violonchelo y orquesta en Mi menor, op. 85, E. Elgar y Sinfonía nº 4 en Re menor, op. 120, de R. Schumann. Solista: Adolfo Gutiérrez-Arenas, violonchelo

La batuta del austríaco Georg Mark fue la protagonista del séptimo programa de abono de la Filarmónica de Málaga. Abono que coincidió con la discreta celebración del aniversario de la creación de la orquesta que sirve además para reclamar el gran auditorio que esta orquesta merece. Mark no estuvo solo en el escenario y se acompañaría durante la primera parte del cello de Adolfo Gutiérrez-Arenas que hacía su debut con la OFM.

A grandes rasgos quedó demostrado que la música no conoce horizontes. Mucho más concreta apetece al considerar la combinación que surge del sonido de un Cremona, de la segunda mitad del siglo diecisiete, en las manos de un español formado en Alemania interpretando una de las grandes páginas para cello de la escuela inglesa. El Elgar del chelista español se situó entre la convicción, y cierto sentido íntimo que sin alcanzar excesos dramáticos consigue, en cambio, dotar a la redacción de Elgar de aires de cierre como si el músico británico construyera un gran mirador sonoro a una época que fue, un último tema antes del fundido en negro.

Con todos estos mimbres la lectura del opus 85 de Elgar discurriría sobre el balance entre solista y orquesta. El primero a través de la pulcritud técnica que permitió a Gutiérrez-Arenas imprimir profundidad y cuerpo al concierto. Por su parte, la Filarmónica plegó la dinámica al discurso del cello y el sentido sostenuto G. Mark imprimiría una unidad formal difícil de contestar. Los cuatro movimientos que conformar el Concierto de Elgar cobraban el contraste justo entre emisión e interpretación.

Sin partitura, oficio y sentido estético G. Mark volvió en la segunda parte del programa para abordar la Cuarta sinfonía de R. Schumann. Si en Elgar se apreciaba ese sentido sostenido para Schumann el director salzburgués apostó por la libertad expresiva que permite la dirección sin partitura. Más que alarde el auditorio del Cervantes asistiría a esa lección de música de quien ya lo ha dicho todo y sin embargo es capaz de aportar nuevas perspectivas artísticas. Esa es la batuta de G. Mark, tan convincente como para resolver y dar pleno sentido a la concepción misma de esta sinfonía romántica. El carácter cíclico que encierra Schumann en el articulado de su cuarta sería acompañada por unas cuerdas motivadas, maderas precisas y brillo de bronces desde la introducción hasta el tutti de la coda. Los aplausos del público mezclarían reconocimiento y felicitaciones.