Desde que Felix Mendelssohn recuperara del olvido la Matthäus-Passion el recorrido de este monumento musical no ha hecho más que acrecentarse dentro y fuera del repertorio hasta convertirse en todo un referente universal. «La gran Pasión», como la señalaba el propio maestro, muestra la propia actitud de este frente al mundo. Su idea misma de la Salvación entendida como un proceso que parte del corazón mismo del creyente-oyente. Y a ese mismo corazón apela Bach a través de la emoción. Emoción que es en sí misma la definición más certera del Barroco. Sobre estos pilares Javier Corcuera subió al podio de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía para el que ha sido, hasta ahora, su proyecto más ambicioso.

Con una sola representación y sin el pleno de aforo que hubiera sido deseado la tarde del domingo pasado trajo a las tablas del Cervantes el BWV244 del kapellmeister de Leipzig. Las jornadas de trabajo han estado atendidas por el maestro Salvador Vázquez hasta conseguir el punto adecuado de empaste y dinámica cuyo rendimiento aprovecharía Javier Corcuera en el podio. Dirección clara, marcada y volcada en subrayar los numerosos rincones que atesora este oratorio. Corcuera no dudó en distinguir coros, orquestas y solistas clarificando el seguimiento del desarrollo de la epopeya de Bach.

El director bilbaíno marcó tiempos ágiles que no siempre fueron seguidos por solistas y masa coral. No obstante, el criterio de compactar la emisión atemperaba la escucha. El Coro Politécnico fue generoso en los efectivos vocales aunque pobre en la cuerda de tenores y bajos. Más interesantes apetecieron sopranos y contraltos. La Escolanía Santa María de la Victoria que prepara el maestro Del Campo redondearía el número introductorio y el coro que cierra la primera parte de esta Pasión.

El capítulo solista destacaría por el trío formado por Juan Sancho defendiendo el papel del evangelista, el bajo Marc Pujol como Jesús, y el también bajo Charles Dekeyser. Sancho pasa a engrosar la simbólica lista de evangelistas de referencia que han pasado por el Cervantes gracias a la más que correcta dicción, colocación vocal y gusto artístico con el que distinguiría su actuación. Por su parte, Dekeyser se situó en el centro luciendo dominio y control vocal. El bacelonés Pujol estuvo cómodo y justo en las dotes interpretativas. Francisco Fernández defendió las arias de tenor introduciendo acierto en el fraseo aunque cierto exceso declamatorio. La soprano Olalla Allemán denotó ciertas dificultades tanto en el registro alto como en las agilidades anotadas en la partitura. Fría aunque más cercana a la corrección sería la participación de Anaïs Masllorens. Público en pie tras la interpretación de La Pasión: aprobaba una lectura definida como correcta que pone el listón de la JOBA en lo más alto.

OFM

El octavo programa de la temporada de la Filarmónica reservaba para este concierto el contraste de dos escuelas - rusa y alemana- en la evolución entre el diecinueve y veinte. Para completar el círculo dos extraordinarios solistas, profesores de la OFM, para la página concertante de esta última propuesta de la primera orquesta. El podio estuvo ocupado por la batuta invitada del maestro Álvaro Albiach, titular de la Orquesta de Extremadura.

Escrita en el cuarenta y uno aunque revisada pocos años después, Circus-Polka: para un joven elefante sirvió de obertura de entrada al complejo mundo planteado para este encuentro, y que recoge algunos de los planteamientos desarrollados como la gran orquesta, el color orquestal, los diálogos entre secciones, el incisivo carácter contrastado o el desigual tratamiento melódico. El director valenciano encaró la página con dirección incisiva dada la importancia de metales y percusión.

La primera parte del concierto se cerró con el Dueto-Concertino, que muestra a un Strauss en la recta final de su producción ofreciendo una propuesta que si bien se muestra ligada a la forma y la tradición no queda condicionada a la idea sinfónica o el propio universo estético levantado por el compositor alemán. Subiela y Lozano tuvieron la oportunidad de poner de relieve el altísimo valor de las maderas de la OFM.

Después del descanso llegó otra de las grandes páginas de Strauss, Así Habló Zaratustra. Albiach la supo dirigir con precisión aunque hubo cierta falta de redondez por parte de la OFM: demasiados refuerzos para una partitura que exige exactitud en las entradas y cierto mimo en la emisión. No obstante, el trabajo expuesto tuvo el suficiente contraste entre color y equilibrio, a pesar del recital paralelo de toses y móviles.