A Constantin Brancusi no le gustaba cómo los fotógrafos profesionales retrataban sus esculturas. Le parecía que la fotos no mostraban las distintas visiones que ofrecían sus obras, por lo que comenzó a tomar el mando de la situación. Sin ser un fotógrafo profesional, el artista comenzó a tomar instantáneas y filmaciones de su trabajo, su taller, sus modelos y los materiales que usaba. De esta forma se convirtió, a comienzos del siglo XX, en uno de los primeros artistas multimedia. Este es el relato central de la nueva muestra temporal del Centre Pompidou, que bajo el título Brancusi ofrece un recorrido por la diversidad de la obra del artista a través de la selección de un centenar de fotografías, negativos y grabaciones, así como algunas esculturas y dibujos.

Sus amigos Man Ray y Edward Steichen, entre otros, le enseñaron cómo tomar fotografías, aunque el resultado no es siempre perfecto y muchas de las instantáneas que pueden verse en Málaga presentan desperfectos en forma de «sobreexposición, revelados defectuosos o manchas», según explicó Julie Jones, comisaria de esta exposición que permanecerá en el espacio malagueño hasta el próximo 24 de junio.

El recorrido está dividido en cinco secciones en las que se observan distintos aspectos de proceso creativo de este artista de origen rumano y parisino de adopción, uno de los creadores más singulares de su generación que compartió amistad con Duchamp, Tristan Tzara o Modigliani, entre otros.

Los autorretratos en los que el propio Brancusi se muestra como artista, artesano y obrero, abren la muestra que prosigue con las secciones dedicadas a su taller, «concebido por él como una obra de arte más», y las distintas texturas de los materiales de sus esculturas. En el apartado El taller destacan varias imagenes de su obra Princess X, una escultura que en origen muestra una mujer mirándose al espejo, pero en cuyo proceso de perfeccionamiento, «a lo largo de siete años» acaba pareciendo un símbolo de forma fálica. Al ser expuesta al público en 1912, Princess X conmocionó a la opinión pública, pero fue férreamente defendida por los amigos del artista, que argumentaban que no había nada malo en una escultura que representaba a una mujer.

El movimiento generador de la naturaleza como motor de toda la obra de Brancusi protagoniza la sección titulada Lo orgánico, en la que aparecen fotos y dibujos de perros, vacas y plantas junto a esculturas de mármol que representan tortugas. Cierra la exposición el apartado La columna sin fin, que muestra las obras de influencia rumana que el artista realizó en varios materiales y que beben directamente de los pilares funerarios de su país de origen. Las distintas versiones de esta columna formada por piezas en forma de rombo, y que llegan a alcanzar los 30 metros, sirven de telón final a una muestra altamente recomendable.