Con el telón de fondo del ciento cincuenta aniversario de la muerte del Cisne de Pesaro, su Stabat Mater sería el protagonista del abono de Semana Santa de la Filarmónica de Málaga junto al Coro de Ópera y elenco de altura sobre las tablas del Cervantes. Tras el estreno en su versión definitiva en París, en el año cuarenta y dos del diecinueve, entró a formar parte del extenso capítulo dentro del repertorio sacro y donde resulta inevitable la comparación con el escrito por Pergolesi un siglo antes. En continuidad a las características formales desarrolladas en el romanticismo, la obra participa de la propia intimidad del autor y de una amplitud que trasciende su uso dentro de la liturgia cristiana.

Versión ágil y contrastada la ofrecida por el maestro Salvador Vázquez desde el podio de la OFM haciendo doblete también como director del Coro de Ópera de Málaga. A lo largo de los diez números -independientes según el canon establecido por el propio Pergolesi- Vázquez fue desgranando la lectura del Stabat Mater con dinámicas sostenidas y resaltando el fuerte carácter rítmico que atesora Rossini en el sin ocultar el tono lírico con el que lo dota Rossini. A la oscuridad de los primeros compases Vázquez contrapuso la monumentalidad de la fuga a cuatro partes del Amén conclusivo. Vázquez. para reforzar el tono lírico de esta sequentia, optó por el quartetto, a sole voci frente al coro para el número Quando corpus Morietur. El elenco lo permitía y la apuesta no pudo ser más acertada.

A la OFM sólo es posible reprocharle cierto tono indómito en la emisión que en ocasiones llegaba a complicar el trabajo vocal de los solistas, más si se valora el trabajo expuesto por bajo y tenor decididamente velados en los tutti del conjunto sinfónico. Papel destacado también el defendido por el Coro de Ópera, de emisión compacta y bien proyectada en la que destacaron las cuerdas de bajos y sopranos sin olvidar las convincentes contraltos.

La soprano Beatriz Díaz, que a principios de marzo encarnaba el rol de Despina en el Così mozartiano compartió atril junto a la incontestable Nancy Fabiola Herrera. Ambas solistas hicieron gala de exquisitez en lo formal y especialmente en el apartado interpretativo que hace descansar Rossini en su idea del Stabat Mater. Herrera y Díaz construirían el Qui est homo bien apoyado en el fraseo y el empaste pudiendo proyectarlo hasta los cielos del Cervantes. Momento irrepetible sería también el Fac ut portem defendido por la mezzo canaria. Emmanuel Faraldo posee un instrumento vocal notabilísimo aunque algo plegado en cuanto a timbre. Despacha afinación, fraseo y matices metálicos que lo convierten en una voz apropiada para el género. Por su parte, el bajo Roman Ialcic despacharía sin mayor dificultad la participación dentro del cuarteto aunque andaría también corto en la potencia canora que exige el compositor.

Versión plena de convicción que sirve de antesala a la Semana de Pasión pero que en lo artístico anuncia el Rigoletto que volverá a subir al Cervantes clausurando la Temporada Lírica.