En las pantallas de cine ha podido verse la película de Garth Davis María Magdalena, que presenta un nuevo enfoque sobre este personaje, tan diferente del modelo divulgado en el año 1971 en la película Jesucristo Superstar. En esos cuarenta y siete años la figura de María Magdalena ha evolucionado en el cine de una bella y erótica prostituta arrepentida a una mujer no tan «carnal», aunque «de carne y hueso», de profunda inteligencia, equilibrada y que comprende con más lucidez el mensaje de Jesús de Nazaret que sus compañeros apóstoles. Ellos le ven como un líder más político que espiritual. En realidad, ni siquiera entienden sus enseñanzas y dudan de Él, lo cual transmite el Nuevo Testamento. En cambio ella está unida a Él espiritualmente, se compenetran a la perfección, incluso le son encomendadas por Jesús algunas funciones como la de bautizar a las mujeres que se acercan al grupo de los Doce. Eso es causa de un cierto conflicto entre Pedro y María Magdalena. Pedro se muestra receloso preguntándose: «¿Él la prefiere sobre nosotros?». Llega incluso a insinuar a Jesús que se la eche del grupo. Pero es ella la que permanece con Él hasta el final, valiente al pie de la cruz, arriesgando su vida, reconfortando al que agoniza durante horas de cruel sufrimiento. Mientras los demás discípulos y apóstoles (excepto San Juan) han huido, han negado conocer al Maestro, se han escondido y temen por su vida. En esta situación María Magdalena, pasado el Sabbath, vuelve al sepulcro. Es ella a quien por primera vez se muestra el Resucitado y regresa a los apóstoles con su mensaje: «He visto al Maestro. Vive». Otra vez los hombres se sienten recelosos porque no fueron los primeros en saber La Buena Nueva.

María Magdalena se presenta como una mujer diferente de las de su género en aquel tiempo. No quiere obedecer las reglas sociales según cuales la mujer debe casarse obligatoriamente con quien le designa la familia, con la función de traer hijos al mundo. Por ello su familia la declara poseída por los siete demonios y sus hermanos la «purifican» con agua casi hasta ahogarla. No la matan debido a la intervención de su padre. Ante esa situación ella decide ser una «mujer libre», una decisión muy valiente, unirse al grupo del «Sanador», «Profeta» o «Rabí» como llama la gente a Jesús y recorrer Galilea con el grupo, a pesar de que después de la ejecución de Juan Bautista, Jesús de Nazaret empieza a ser considerado como un personaje polémico, incómodo, revolucionario y peligroso.

Jesús de Nazaret tuvo una clara empatía con las mujeres. En torno a Él había varias, cuyos nombres se puede encontrar esporádicamente en algunos episodios del Nuevo Testamento. Además de María -su Madre-, estaban Marta, otra María -hermana de Marta-, Salomé -madre de Juan y Santiago-, Isabel -prima de María-, Verónica -que limpió con el paño el rostro del Reo-, etc. A las mujeres se las conocía por su nombre unido al nombre de su marido, como por ejemplo María, esposa de Cleofás. Solamente a María Magdalena se la conoce por el lugar de su nacimiento: el puerto de Magdala. Las mujeres, según el Evangelio de San Lucas, fueron el soporte económico del «Rabí», ya sea por herencias, por los bienes de sus maridos o su trabajo.

Después de la muerte y Resurrección ha sido reconocido el papel misionero de varias mujeres: de Joanna -esposa de Cuza-, de Susana, Lidia, Junia, Phoebe, etc. Solamente María Magdalena fue omitida y silenciada por los apóstoles. De acuerdo con la tradición patriarcal, el liderazgo pasó a Pedro. Según la leyenda divulgada en el año 1275 por el monje dominico Jacobus de Voragine en su obra La Leyenda Dorada, María de Magdala se trasladó al sur de Galia, a Provenza, donde siguió su ministerio. Es una patrona muy querida en Francia.

La antipatía de los apóstoles ha llegado casi a borrar su nombre de los evangelios y a marginar su papel. La persecución llegó al colmo en el año 591, cuando el papa Gregorio el Grande encontró en ella un modelo ideal para la historia sobre el pecado redimido y proclamó oficialmente que la ulterior santa trabajó al principio como una pecadora y prostituta. Hizo más importante su cuerpo que la mente. Llegó a olvidarse que en los tiempos del Nazareno se colgaba el sambenito de pecadora e impura a la mujer que iba sola al mercado o a la que simplemente tocaba a un hombre con la mano. El gesto del beso en la boca simbolizaba en aquellos tiempos la transmisión de la sabiduría y verdad espiritual, careciendo de significado erótico. La infame profesión más antigua del mundo fue adjudicada a la santa que mantenía la idea de que el espíritu no tiene género; proclamaba la igualdad de los géneros; decía que la carne con sexo nos es dada para poder transmitir la vida; que después de la muerte de la carne es liberado el espíritu asexual y que durante la vida debiéramos seguir perfeccionándolo según las enseñanzas de Jesucristo.

Nuevo culto

Después de la proclamación del papa Gregorio, el culto a María Magdalena se extendió por Europa. En Inglaterra fue patrona de leprosos; en Florencia la veneraban especialmente en las fiestas de jóvenes con las prostitutas; en Alemania la congregación de las Hermanas Penitentes de la Magdalena Bendita se ocupaba de recoger al buen camino las mujeres extraviadas; en las fiestas de España los hombres jóvenes bailaban en las calles con sus imágenes.

María Magdalena fue una de las santas preferidas por los artistas. De los pintores renacentistas, la mayor polémica la despertó Leonardo da Vinci. En su famoso cuadro La Última Cena algunos ven a María Magdalena sentada a la derecha de Jesús, en vez del jovencito apóstol Juan. Por lo general, sin embargo, la presentaban como un personaje erótico y carnal. Hasta los tiempos más modernos perduró esa poderosa imagen. Desde Wagner hasta Rodin interpretaban a la santa conforme a la idea del papa Gregorio. El sexo siempre atraía y vendía. Finalmente, en el año 1969 la Iglesia Católica declaró, por primera vez desde los tiempos gregorianos, que no se debe seguir pensando en María Magdalena como en una pecadora. En el año 1988 el papa Juan Pablo II en un documento oficial nombró a María Magdalena como «apóstol de los apóstoles», «el más ardiente testimonio de la fe y fidelidad al Crucificado», «la mujer que demostró mayor fortaleza que los apóstoles».

Santa María de Magdala sigue siendo un misterio. Lo único cierto que sabemos de ella es su fe y fidelidad al mensaje de Jesús sobre el amor y la esperanza, un ejemplo que trasciende al tiempo y al género.