Algunas reflexiones a vuelapluma sobre la recién finiquitada vigésimo segunda edición del Festival de Málaga. Cine En Español.

Bayona y las sillas vacías

De esta edición del Festival de Málaga me quedo con una imagen que me ha preocupado. Y bastante: la de un buen puñado de sillas vacías en el patio de butacas y un gallinero despoblado para la gala del Premio Retrospectiva de este año, J. A. Bayona. ¿Qué ocurrió exactamente para que hubiera tantas calvas en la noche dedicada al director español con mejor cartel internacional (días después lanzó uno de los trailers más esperados del año, el de Jurassic World 2)? Y me dio por empezar a pensar en algo quizá exagerado: que en esta Málaga de acontecimientos al peso, que ha hecho de su propia espectacularización su razón de presente y de futuro, el Festival ya no es el oasis de color de antes, y que, en consecuencia, la gente ya no responda con el entusiasmo (inusitado; lo resumió ayer muy bien Loles León: «Recomiendo a cualquier actor con problemas de autoestima que venga a Málaga: aquí le suben el ánimo seguro») de otras temporadas. ¿Nos hemos acostumbrado a esto? ¿O, directamente, nos hemos cansado?

El cine latino, a un rincón

La refundación del Festival de Málaga como certamen de cine en español ha permitido el puntazo de esta edición: la presencia de Guillermo del Toro, el Premio Málaga. En realidad, el mexicano podría haber sido homenajeado hace años, puesto que dos de sus filmes son coproducción españolas rodadas en España, pero suponemos que la iberoamericanización del certamen ha sido un factor más atractivo para que Del Toro le dijera sí a la organización malagueña. Bien. Pero, detrás del oropel, lo cierto es que el cine latino no es tratado a la altura del español, y se produce una asimetría absolutamente injusta (sobre todo porque las películas de allende los mares elegidas suelen ser bastante mejor que las patrias seleccionadas). ¿Por qué los pases para prensa de casi todas ellas eran por la tarde, a horas profesionalmente intempestivas, mientras muchas veces la proyección de las 12.30 ha sido tantas veces para productos ajenos a la Sección Oficial? Por ejemplo, entendería que la proyección para prensa del documental de Alejandro Sanz se agendara al mediodía si después el cantante acudiera a la presentación... Pero no fue así. Detalles como éste dan alas a los que critican que Málaga ha contraprogramado al veterano Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.

A vueltas con las fechas

La Sección Oficial de este año ha sido pobre, mediocre, la peor de los últimos años. Ya veníamos avisados: a los responsables del Festival les había costado sangre, sudor y lágrimas poder hacerse con películas de cierta enjundia para su competición grande por sus fechas de celebración, mediados-finales de abril. De ahí que atinadamente el director del certamen, Juan Antonio Vigar, haya decidido plantarse y ajustar a marzo el necesario orbitar del certamen en torno al calendario de la Semana Santa. Entonces, parecen prometernos los prebostes del cine español, la industria, siempre tan magnánima con su gran plataforma de exposición, nos ofrecerá productos algo mejores. Pero, surgen las preguntas, como siempre: Si este año el Festival se hubiese celebrado, como el que viene, entre el 14 y el 25 de marzo, ¿se habría conseguido Campeones, de Javier Fesser, el taquillazo sorpresa patrio de la temporada, para la competición?

Con rumbo

Pero lo cierto es que después de tantos años con un rumbo indeterminado, que ha constituido básicamente en la observación impávida e impotente de cómo la clase media del cine español se ha desplomado sin remisión, el Festival de Málaga ya ha encontrado su sitio. Que sus dos últimas Biznagas de Oro hayan sido para dos películas como 'Verano 1993' y 'Las distancias', con tantas concomitancias externas y de contexto (más allá de que ambas sean cintas en catalán dirigidas por mujeres), define a la perfección lo que persiguen los responsables de la cita: cine de calidad pero atractivo para el público, de poso independiente pero no excluyente, cine hecho por nombres nuevos y de futuro. A ese nicho de mercado, hasta ahora no ocupado por nadie en nuestro país de la altura y factura de Málaga, queremos atender. Comprobado en dos décadas largas que los nombres paquidérmicos de nuestra industria vienen aquí a recibir homenajes pero no a estrenar sus cosas, lo más inteligente: apostar decididamente por ser los ojeadores del talento del futuro. Al final, muchas veces con estas cosas se termina acertando de pleno: recuerden que la cinta seleccionada para representar a España en los pasados Oscar fue, sí, Verano 1993.

En definitiva, el futuro inmediat del Festival de Málaga pasa por afianzar el en de su cine en español (sólo llevamos dos años, es cierto) pero, sobre todo, el de alimentar y recobrar la efervescencia social a su alrededor. Porque no hay nada peor que el hastío.