En el teatro Alameda se presentó El espectáculo del fin del mundo, un entretenido y divertido unipersonal interpretado y dirigido por el actor Fernando Jiménez, con texto de Paco Bernal y Sergio Rubio. Los espectadores estamos viviendo la última hora de nuestra vida en la tierra, puesto que un meteorito del tamaño de Carratraca destruirá nuestro planeta en breve. Y estamos allí en el teatro para presenciar una gala del fin del mundo conducida por el humorista malagueño Salva Reina.

Pero un desconocido actor secundario amigo suyo lo ata y amordaza en los camerinos y se apodera de la función, secuestrando el teatro al completo con nosotros dentro. Allí en ese escenario tomado por la fuerza nos contará su historia, sus anhelos y sus muchos fracasos, pero sin abandonar el tono de comedia. El relato está plagado de anécdotas y de situaciones autorreferenciales, con numerosos guiños localistas, mezclando personajes ficticios o reales del ámbito artístico malagueño.

Abriendo su enorme baúl de las giras por los pequeños pueblos de provincias, desgrana sus recuerdos con elementos de atrezo o vestuario, transitando alegrías, melancolías o dolores, tanto profesionales como familiares. Un sentido monólogo de La vida es sueño, un disparatado pasaje de Don Quijote con su memorable actuación personificando un molino de viento, o una paródica canción de Julio Iglesias, son algunas de sus muchas muestras de versatilidad para transmitir las diferentes emociones. La puesta en escena utiliza recursos de video, iniciando la función con un resumen informativo de personajes y hechos relevantes para ubicarnos en tiempo y espacio. Fotos de la vida del actor, imágenes de la víctima en camerinos, o un reloj en cuenta atrás enriquecen el espacio visual. También aparecen voces y sonidos en off; la policía que rodea el teatro, o los diálogos con diversos personajes del público, acentúan el cuento y el humor de la verosímil historia.

Para estos recursos Fernando Jiménez ha contado con un nutrido elenco de colaboradores entre los que se destaca Salva Reina haciendo de sí mismo. La representación tiene un interesante desarrollo, con algunos altibajos rítmicos por algunas pausas demasiado marcadas. Refleja la dureza de una profesión que se mide por el éxito y la fama que da la TV y el cine, donde muchos otros cientos de actores pelean contra la frustración y el anonimato desde teatros pequeños y con poco público, enfrentándose incluso a la extinción de la vida en el mundo.