Existen diferentes marchas con las que se acogen los proyectos músico-educativos en Málaga que en paralelo tienen desigual respuesta institucional. Este desafortunado hecho hace que campeen los egos a sus anchas sobre el talento por el que deben apostar. Víctima de este fuego amigo es el proyecto de la Academia Orquestal de Málaga. En ella los futuros músicos tienen la oportunidad de acceder a una formación gratuita por ser estos el gran incentivo de esta empresa y a la que se suman un claustro de profesores de distintos conservatorios de la ciudad que ceden gratis et amore por la música su tiempo y experiencia. Fieles a la idea de visibilizar la música en Málaga es de recibo apelar a la legitimidad del proyecto, y a que se acoja y trate por igual. Con las salvedades señaladas, la tarde del domingo convocaba a un interesantísimo programa en la Sala María Cristina dedicado a Mozart y Beethoven. En el podio la batuta de María del Mar Muñoz. Su batuta puede calificarse de cualquier manera menos de indiferente. En ocasiones rotunda, precisa en las entradas -algo muy de agradecer para un instrumentista y bastante morboso para el oyente- y sin exageraciones en lo gestual.

Para este primer Concierto de Primavera con formato camerístico, dos páginas a caballo entre el sinfonismo clásico y el incipiente romanticismo acapararon el programa. Fechada a finales de la década de los setenta del dieciocho en París interesado en las sinfonías concertantes, el músico de Salzburgo escribió la K.297b para un cuarteto solista de oboe, clarinete, trompa y fagot. Articulada en tres movimientos, el allegro inicial discurriría por los continuos diálogos de los profesores Alcántara, García, Medina y Puyana sobre la base de una cuerda de empaste y emisión creíble. Seriedad en los ataques frente al movimiento de cierre que impone motivos escurridizos cuando la realidad oculta un tema y diez variaciones. Tras el joven Mozart, la otra faceta sinfónica llegaba de otro genio, aquel que quiso llevar a la sinfonía a un espacio tan amplio que perdurara en el tiempo y en esta misión centró todos sus esfuerzos. Cuando Beethoven escribió sus dos primeras sinfonías lo hizo volviendo la vista hacia sus maestros, especialmente Haydn, pero sin renunciar a sus propias ideas como compositor. Lectura de la Primera Sinfonía más cercana a planteamientos sonoros posteriores que a la precisión tímbrica que caracterizan a esta y a toda la integral sinfónica. Versión que exigía más contraste en la emisión.