El estudio comparado de las religiones, y en concreto el de los rituales y mitos con que estas se acompañan, tienen en Joseph Campbell junto a Mircea Eliade a sus dos mayores sabios contemporáneos. Campbell nació en 1904, en el seno de una familia católica asentada en una pequeña población del estado de Nueva York y se interesó desde niño por la cultura de los indios nativos norteamericanos. Muy pronto descubrió elementos sincréticos entre el catolicismo y las creencias sioux, lo que llevaría toda su vida intelectual a la persecución de factores comunes en las religiones del mundo, para lo cual, además, se convirtió en todo un políglota que dominaba multitud de lenguas, incluyendo el sanscrito o el japonés, así como el alemán, el latín o el francés arcaico y el occitano entre otros. Su primer viaje a París con apenas veinte años le pone en contacto con la alta cultura europea y también con los mejores escritores norteamericanos de la llamada Generación perdida, de Hemingway a Dos Passos o Steinbeck, de quien fue íntimo amigo. Se interesó por la filosofía nihilista -por Schopenhauer y Nietzsche-, así como por el psicoanálisis de Freud y, sobre todo, por los arquetipos de Carl Gustav Jung. Europa, también, despierta su avidez de conocimiento por la pervivencia de formas primitivas en el arte de las vanguardias, en especial en Picasso y otros cubistas y abstractos. Años después, en contacto con escritores contraculturales como Alan Watts volverá a estudiar el pensamiento oriental, hasta el punto de convertirse en el alumno predilecto del indólogo más importante de la época, Heinrich Zimmer, de quien será su albacea testamentario.

Fue también un atleta sobresaliente, hasta el punto de disputar campeonatos internacionales de medio fondo, así como amante de la naturaleza (pasó cinco años en una cabaña en mitad del bosque de Woodstock), y un excepcional divulgador y comunicador, lo que le llevó no solo a dar clases durante décadas sino también a pronunciar multitud de conferencias, intervenir en vídeos y radios, escribir guiones, asesorar documentales y hasta convertirse en personaje televisivo en una serie de entrevistas con Bill Moyers.

Campbell ha aportado conocimientos ingentes sobre antropología y religión, y algunas de sus ideas más originales han sobrepasado el ámbito académico, como su visión del héroe clásico, una figura que Campbell ilumina comparando personajes que abarcan desde los caballeros medievales en busca del Grial al Jasón de los argonautas pasando por las leyendas polinesias, las divinidades egipcias o las metáforas de las sagas indias. Hollywood se ha rendido a la influencia de las explicaciones de Campbell, empezando por George Lucas, quien siempre ha reconocido que buena parte de los perfiles por él creados para Stars Wars, como Obi-Wan Kenobi o Darth Vader, están inspirados directamente en libros de Campbell como El héroe de las mil caras (1949), en el que introduce el concepto de «monomito», no exento de controversia pero reconocible en historias actuales como Matrix, Juego de tronos o buena parte de los argumentos de la factoría Marvel o de la Disney.

Las máscaras de Dios arranca con los ritos de iniciación a la madurez de los niños en los que la máscara tribal juega el rol de los dioses o de las fuerzas que matan o transforman al ser en busca de iniciar su proceso de autorresponsabilidad en la vida. Una idea que Campbell hace recorrer de Oriente a Occidente, y desde la Prehistoria al arte y la sociedad contemporánea, y que compiló en cuatro volúmenes, imprescindibles para comparar las culturas humanas. En ese sentido, el autor norteamericano es un adelantado de las ideas de transculturalidad que hoy están en boga, aunque él siempre defendió, como Jung, la necesidad de mantener al hombre dentro del universo espiritual. Las máscaras de Dios (The Masks of God) fueron escritas y publicadas entre 1959 y 1968, pero hasta 1991 no vieron la luz en España. Campbell murió a los 83 años en Honolulú. juan lagardera