Mi amigo Andres -sin tilde-es sueco; a veces, demasiado. Trabaja en una empresa de energía solar y suele venir a pasar dos semanas a Málaga en primavera. Le gustan el verano y los espetos, pero justamente por su trabajo no puede permitirse abandonar a sus clientes cuando más pega el sol allí arriba. Es rubio, corpulento y se trasiega cinco cervezas con una resistencia pasmosa mientras yo aún acabo de pedir la segunda caña. Tiene un sentido del humor tranquilo e irónico y le cuesta alterarse. Habla español con acento mexicano, fruto de su estancia hace ya algunos años en la universidad de Guadalajara, donde además se echó una novia de la que siempre habla con nostalgia.

Una de las cosas que más le sorprenden a Andres es lo que él denomina «individualismo colectivo». Consiste, según la teoría de mi amigo, en que nos gusta destacar en algo sobre los demás y, lo que le resulta más extraño, nos encanta que los demás hagan lo mismo: lo que nos une son nuestras diferencias. Según me dice, lo hacemos de forma inconsciente en muchas actividades cotidianas: por ejemplo, y esto es lo que más le fascina y a lo que nunca acaba de acostumbrarse, a la hora de pedir un café. No solo nadie se lo pide igual, sino que además hemos elaborado un vocabulario tan complejo como exhaustivo para referirnos a cada tipo de café al que en muchas ocasiones añadimos adjetivos y considerandos del tipo «un sombra pero un poco más cargadito» o «un mitad en vaso»; esto último lo deja alucinado.

-A un sueco jamás se le ocurriría -me dice- cuestionarse en un bar si prefiere taza o vaso. Todos le mirarían raro, y eso va contra la Jantelagen.

-¿Qué cosa?

- Jantelagen, o ley de Jante para ti, es una ley ficticia creada por el escritor Aksel Sandemose en su novela En flygtning krydser sit spor, ambientada en su ciudad natal. Tiene diez principios:

1. No debes pensar que el tú es especial.

2. No debes pensar que el tú es tan bueno como el nosotros.

3. No debes pensar que el tú es más listo que el nosotros.

4. No debes pensar que el tú es mejor que el nosotros.

5. No debes pensar que el tú sabe más que el nosotros.

6. No debes pensar que el tú es más importante que el nosotros.

7. No debes pensar que eres bueno en nada.

8. No te rías de nosotros.

9. No debes pensar que los demás se preocupan por ti.

10. No debes pensar que tú puedes enseñar algo a nosotros.

- No vea, ¿no?

-Esta ley está en Suecia y Dinamarca. Si se te cae una moneda en una tienda y la maldita empieza a rodar hasta terminar bajo el mostrador, no nos agachamos a recogerla, hacemos como si no pasara nada.

- ¿En serio?

- Y tanto. Solo rogamos que nadie se haya dado cuenta y nos mire con cara de lógica reprobación. Tampoco nos gusta destacar en ropa, en coches. Aunque claro, la gente joven no lo ve igual, tienes que rebelarte, eso pasa en todos los lugares. Pero cuando llegas a los treinta años, empiezas a entender.

Andres me desgrana lo que significa la ley de Jante, la importancia de la colectividad ante el individuo, la necesidad de pensar en el nosotros antes que en el tú. A la persona que no sigue la ley se le muestra un rechazo jantista, sin llamar la atención ni decir nada, subrayando la actitud descarriada con un retraimiento colectivo que, sin duda, hace pensar al infractor que no va por buen camino.

- Es una buena base para lograr la igualdad social, créeme -me dice convencido-, y si bien este escritor la promulgó en su novela, existe desde tiempos de los vikingos. Es parte de nuestros genes culturales, y por eso me extraña cuando veo países que no son así.

-No digo yo que no tenga su punto, pero ¿no debería salir de las personas comportarse así, sin tener que seguir esa ley? Por otro lado, ¿qué hay de malo en ser un poco o muy diferente? Eso es enriquecedor y bonito.

- Vale... Solo dime una cosa que no puedo comprender: ¿cómo puede recordar el camarero los cafés que le pedís casi todos a la vez y encima no volverse loco?