Es una despedida definitiva y definitoria. Con una producción propia, made in Málaga y destinada para las carcajadas del espectador, En ocasiones veo a Umberto, esta noche echará el telón para siempre el Teatro Alameda. Fin a cuatro décadas largas de teatro para todos los públicos, para todos los gustos, con una especial atención a la escena local. Pero todo final es siempre el prólogo de un principio: a mediados de 2019 el espacio de la calle Córdoba se reencarnará en un proyecto escénico de lo más ilusionante, el Teatro del Soho, que, comandado por el actor y director Antonio Banderas (con la capitanía del exresponsable de programación del Teatro Cervantes Miguel Gallardo), ofrecerá su alternativa teatral para la ciudad.

Pero tiempo habrá para descubrir lo que propondrá Banderas. Ahora toca despedir a la criatura mimada por la familia Sánchez-Ramade, los empresarios del Teatro Alameda, el local que ha proclamado orgullosamente desde su fachada: «Desde 1961 apostando por la Cultura en Málaga». El Alameda es el heredero de otros grandes cines de la época: concretamente, el Pascualini, el primero estable de la capital (1907), ubicado en ese mismo espacio. Tras sucesivas aventuras de exhibición cinematográfica, el 22 de diciembre de 1961 se inauguró el Cine Alameda; fue con una ópera, cuya recaudación fue a parar íntegramente a las Hermanitas de los Pobres. La primera película que se proyectó fue El Día Más Largo, sobre el Desembarco de Normandía. En 1988 el Alameda se convirtió en un teatro multicines con tres salas, dos más pequeñas y una gran sala con capacidad para 579 espectadores. Ésta, que se usaba indistintamente para cine o teatro, desde 1995 se dedica exclusivamente a la programación de los grandes éxitos del panorama teatral de cada temporada. Y con especial dedicación a lo malagueño, porque, como dicen sus responsables, el Alameda «ha intentado ser una empresa con un compromiso hacia la sociedad malagueña y la cultura. El lema de este espacio es Un teatro para todos. Y no hemos cerrado nunca las puertas a cuantas asociaciones benéficas o de participación ciudadana nos han propuesto organizar sus eventos». Termina la historia del Alameda pero seguirá, con Antonio Banderas, la de ese espacio en la calle Córdoba que, en sus diferentes formas, bajo diferentes nombres, es un santuario cultural malagueño.