Paco Alcázar desafía los límites del humor porque hace reír desde más allá de sus confines conocidos. Con muchas de las tiras que contiene La fábrica de problemas (Astiberri, 2018) es más fácil reírse que saber de dónde y por qué camino viene la gracia. Hay humor más allá del humor y eso consuela a los que creemos que el humor es el desafío (vano) al dolor y a la muerte.

El álbum también tiene que ver con la versión de alas más cortas de los límites del humor que tanto preocupa a los agrimensores de la libertad. Sus tiras fueron publicadas en Orgullo y Satisfacción, la revista de los que marcharon de El Jueves cuando la editorial prohibió la portada sobre la sucesión dinástica en la que Juan Carlos I entregaba una corona de mierda y moscas a Felipe VI.

Algunas ideas de partida de sus series de chistes son inmejorables. Tiras sobre el presidente secreto reptiliano de la Tierra, Amigo robot, Los Pérez del Apocalipsis, el cadáver en su féretro feliz de haberse muerto, los parlamentos impropios de un piloto a los pasajeros en pleno vuelo, las viñetas dedicadas a personajes de la cultura -en solitario, Mario Vargas Llosa o Walt Disney- o formando pares dispares como Agatha Christie y William Burroughs, Spielberg y Haneke o Poe y Verne.

El humor gráfico y muy escrito de Alcázar está a años luz de los chistes sin palabras y de los de una línea de The New Yorker. Dos de las series más inspiradas son Letras inolvidables y Problemario, que se acercan a la enciclopedia de saberes insólitos que publica cada mes en Mongolia. Las letras inolvidables no tienen nada que ver con las originales. Por ejemplo, Zapatillas de El Canto del Loco: «Lo veo constantemente / adultos calzando zapatillas deportivas / ¿Por qué lo hacen? / con esa basura de plástico te apestan los pies / cada vez que veo a alguien con zapatillas / quiero hacerme daño /a mí mismo / con unas tijeras / clavármelas en los pies / una y otra vez». Ésta es una construcción humorística frecuente: empieza en la normalidad y, de pronto, se precipita en la insania.

Éste un problema de su Problemario, a imitación de los que inquietaban en nuestros libros de texto: «El cerro negro está al norte del río azul y el barranco verde está al sur del desfiladero marrón. Por favor, ¿pueden sacarme de aquí? Me he roto una pierna y no creo que sobreviva a esta noche». El problema que es un problema de verdad hace reír.

Paco Alcázar (Cádiz, 1970) empezó a trabajar en el gusto del underground de segunda generación, con historias siniestras, caníbales y enfermizas y en sus veinte años de trayectoria ha ido musculando un humor psicopático de gama oscura y orientación subterránea y surreal, que usa la grima, el dolor, el miedo, el patetismo y el trastorno psíquico.

El lector se ríe con culpa, con miedo, con aprensión, con perplejidad. Su más extensa expresión de humor del bueno, con una maldad generosa en mezquindades, está en la serie Silvio José, el buen parásito, que exige mayor disposición de ánimo y de tiempo que este picoteo de tiras, adictivo como un surtido de frutos secos, que puede producir intolerancias en personas sensibles y de alta empatía.