Los parisinos, consternados, son testigos de la decisión gubernativa de desmantelar la Torre Eiffel, mientras en otro tiempo y lugar, un hombre con problemas de pelo se levanta una mañana convertido en un brioso caballo.

Todo puede suceder en los cuentos de Gonzalo Campos Suárez, incluido este último homenaje a Kafka. La catarata de sucesos imprevistos, escenas surrealistas e incluso dadaístas, pues hasta aparece un jeque dadá, desfilan por Mi bello Fauvel, el primer libro de cuentos de este médico y alergólogo, nacido en Palma de Mallorca en 1976, pero residente en Málaga desde niño. El libro fue presentado por los columnistas de La Opinión Guillermo Busutil y Juan Gaitán, el pasado mes en el Ateneo de Málaga.

Gonzalo, que es autor de teatro, se estrena en la narrativa con este libro, publicado por la editorial Adeshoras, y sigue la estela de su padre, el afamado escritor Juan Campos Reina, fallecido en Málaga en 2009.

«El ambiente cultural en casa de mis padres se ha mamado desde siempre. Recuerdo de pequeño a mi padre, que era inspector de Trabajo por las mañanas y por la tarde se encerraba a escribir, y una librería inmensa, alucinante, con primeras ediciones», destaca.

Gonzalo Campos, que aboga por la fusión entre las Ciencias y las Humanidades y saca a relucir los ejemplos de médicos escritores como Ramón y Cajal o Marañón, se considera «de Ciencias de cabeza, por una forma de pensar quizás muy matemática y estructurada pero de corazón y alma soy de Letras al cien por cien».

El origen de sus cuentos, explica, nace en ocasiones de una anécdota, una conversación que escucha o una idea que surge y que apunta, «antes en una libretita y ahora en el móvil». Su trabajo como médico le deja poco tiempo, por eso los cuentos los empieza a perfilar en alguna escapada a casa de su suegro en Jerez de los Caballeros (Badajoz), en medio de la dehesa extremeña. «Engancho cuatro o cinco días seguidos y puedo esbozar la primera versión de un cuento».

Confiesa que se siente «más cercano» a escritores europeos de cuentos como Chéjov, Maupassant o Kafka que a hispanoamericanos como Cortázar o Borges.

De cualquier forma, en Mi bello Fauvel, dividido en tres grandes bloques en los que los protagonistas respectivos son la ciudad de París, los hombres y los animales, la marca de la casa es lo imprevisible y lo inaudito: «Es algo que me gusta mucho en teatro, en arte... para narrar lo que está ocurriendo en la casa de al lado ya hay otros escritores; a mí no me interesa. Yo salgo de mi día a día, de mi trabajo y de mi vida para pisar otros mundos distintos. Y si puedo ambientarlos en otros lugares, también, por eso sólo tengo un relato ambientado en Málaga», señala.

Puertas, sábanas insondables, una cafetera roja, eremitas, un campo de concentración en el que los nazis llevan las de perder... todo es posible en sus relatos.

Mientras se da a conocer con este libro de distribución nacional, tiene en la reserva una novela breve y está embarcado en un segundo libro de cuentos. Y la imaginación, por bandera, para «alcanzar rincones o espacios que de otra forma me estarían velados».