Bailando con locos

Director: Leonor Pelayo. Autor: Belén Anguas. Reparto: Belén Caballero y Paula Ortiz-Angulo

ailando con locos de Belén Anguas es la última representación para esta temporada de Factoría Echegaray. Pero no se preocupen que hay otra temporada prevista ya. Una comedia ligera y breve que nos presenta a la protagonista como una señora que, envuelta en ínfulas de un pasado glorioso, resiste el paso del tiempo internada en su casa y sirviendo te a sillas vacías como si tuviera una visita. Las sorpresas se irán desvelando con la entrada de la joven vecina desahuciada y el casero que, junto a su hermano bobo, irrumpen en la monotonía de la dama. En su absoluta locura Belén Caballero compone a una Marila (la dama desequilibrada) desorbitante y desbordada que mantiene un ritmo frenético y unos quiebres deliciosos encarados a hacer reír sin concesiones. Hay también un buen trabajo por parte de Paula Ortiz-Angulo, Diana (la vecina), que recrea con sus desaires iniciales y sorpresas posteriores una joven ajena a un mundillo del que quiere sacar tajada, pero que la supera y por tanto la fagocita en momentos realmente divertidos. Así Javier Sancho, el casero Ernesto, se nos muestra como el a veces amable, a veces tiranuelo, que una vez pasado a mejor vida (porque aquí huele a muerto) dibuja las situaciones cómicas con soltura. Manuel Navarro Mármol, en su personaje de bobo y hermano del casero, convence con la simplicidad gestual y cierta ternura de la que disfruta el espectador. Aun así, los personajes podían haberse dibujado con mayores extremos. En ciertos momentos lo requieren para mantener esas curvas que el ritmo de la comedia precisa. Pasar de lo exacerbado a lo más íntimo. Tal vez la dirección se centra demasiado en aprovechar las habilidades innatas de los actores y podía haber sido más exigente. Sobre todo, porque hay momentos en los que el foco de atención del relato se pierde por el exceso de acciones que no son importantes por parte del elenco. Teniendo en cuenta que el texto es una comedia sin más pretensiones que hacer reír con los juegos de situaciones, las confusiones y los juegos de palabra, conseguir que el espectador no se distraiga con lo relevante es fundamental, porque no hay un hilo narrativo importante al que después se pueda enganchar. Sin embargo, hay muchos logros visibles en la puesta en escena que tiene un conjunto de factura muy bien ajustado. Una atractiva escenografía y un buen diseño de luces logran ese ambiente decadente en el que trascurre la locura no sólo de los personajes sino de la propuesta dramática.