«Tengo la suerte de que la enfermedad me ha hecho ver la vida de forma distinta. Solo el hecho de levantarme y que no me duela nada ya es para mí un día ganado». Para Salvador Sobral la popularidad es algo «efímero» a lo que no presta ninguna atención. El cantante portugués, que este miércoles inicia su gira de conciertos en el Teatro Cervantes (20.30 horas), dentro del programa del festival de verano Terral, confiesa que sería «feliz» viviendo de su música aunque fuese volviendo a «tocar en bares», como hacía antes de que Eurovisión lo colocase en el centro de la atención mediática.

A sus 28 años, Sobral tiene muy interiorizada la fugacidad de la fama y la vida. Tras ganar en 2017 el concurso eurovisivo tuvo que retirarse de los escenarios debido a una dolencia cardíaca que requirió de un trasplante. De vuelta a la música, ahora huye de la prensa, ya que no quiere alimentar a esos medios más preocupados por el morbo que por su arte. «A la gente le gusta la buena música, pero ni las televisiones ni las radios la ofrecen. Solo les interesa la música de consumo rápido, como si fuera una fórmula. Pero la música no tiene una fórmula: la música llega desde la emoción».

Aún así, no reniega de su paso por Eurovisión, aunque un tiempo pensó que fue una mala idea. Y confiesa que volvería a acudir al concurso por primera vez, «porque el resultado está aquí», asegura en referencia a tener casi agotado el papel en el Cervantes. Aunque reconoce que «no volvería» una segunda vez.

El cantante presentará en formato de cuarteto (con Júlio Resende al piano, André Rosinha al contrabajo y Bruno Pedroso a la batería) su primer álbum, Excuse me, en el que se incluyen los singles Nem eu, Ready for love, again y Nada que esperar, y bromeó sobre que el repertorio consistirá, básicamente, en interpretar Amar pelos dois (el tema con el que conquistó Eurovisión) unas «ocho veces: en reggae, en funk, en jazz...». Adelantó, esta vez en serio, que sonarán composiciones nuevas, boleros y alguna sorpresa relacionada con la música malagueña: «En cada sitio quiero hacer algo típico», dijo.

También aseguró estar muy feliz de estar en un certamen en el que comparte cartel con Jorge Drexler y Rubén Blades, y que posee ese «concepto de tierra y raíces que tiene el Terral». También tuvo bonitas palabras para el Cervantes, un teatro que al verlo le provocó «ganas de llorar» al ser «tan bonito y azul, tan italiano y la vez tan distinto a todos los demás, que suelen ser rojos».