La tensión entre España y Cataluña ha llegado también a Washington. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha exigido la dimisión del embajador español en Estados Unidos, Pedro Morenés, por el discurso "absolutamente intolerable y ofensivo" que a su juicio ha efectuado durante una recepción en la capital de EEUU. Torra, junto a la delegación catalana que le acompañaba, abandonó anoche un acto en Washington mientras Morenés pronunciaba su discurso durante la recepción oficial de inauguración del festival cultural Smithsonian Folklife, en el que participa como invitada Cataluña. Lo cierto es que si alguna autoridad malagueña hubiera asistido al acto quizás habría tomado la misma decisión que Torra, habida cuenta de Morenés puso a Pablo Ruiz Picasso como ejemplo de "la cultura catalana".

Éste es el párrafo en cuestión: "Porque la cultura catalana es un orgullo para España. Sus contribuciones históricas, sus manifestaciones artísticas y literarias, la riqueza de sus tradiciones se abrazan con nuestras demás autonomías en intercambios vivos y antiguos, que dan lugar a expresiones como la rumba catalana, que escucharán ustedes en estos días, al liderazgo en las artes y el diseño, con grandes nombres que revolucionaron la creación española en su tiempo: Picasso, Miró, abriendo el espacio a los Tápies y Mariscal y a los nuevos creadores que una y otra vez emergen a las orillas del mediterráneo y expanden en ese sabor a mar por la península".

Conviene recordar fechas y ciudades. Pablo Ruiz Picasso nació en 1881 en Málaga. En 1891, la familia se vio obligada a abandonar la ciudad, debido a la escasa estabilidad económica de la que disfrutaba, y terminaron asentándose en A Coruña. Cuatro años después se establecieron en Barcelona, ciudad en la que residieron unos nueve años, con periodos de vacaciones en Málaga y París. A Francia se mudó ya el joven artista y allí se estableció para siempre.

Hablamos de un artista con una visión tan personal e intransferible de la vida y el mundo que resulta difícil enclavarle en una cultura, ya sea en términos territoriales o de folclore. Quizá sirva esta anécdota que contaron los miembros de la Peña Montmartre, los jóvenes pintores de Málaga que viajaron a una de las residencias francesas de Picasso para conocerlo: Les dijo "Bueno, a ver qué pintáis". Los artistas sacaron sus cuadros. Minutos después apareció Picasso, con algunas de sus obras, y las puso al lado de las de los peñistas, diciendo: "Para que sea una exposición de pintores malagueños".