Vuelve una nueva temporada de los ya clásicos espectáculos que la compañía malagueña Pata Teatro nos ofrece de autores del Siglo de Oro al aire libre. En el patio del Colegio Prácticas Nº1 en la Plaza de la Constitución. Un lugar estupendo para disfrutar de un espectáculo teatral en tiempos estivales. Ahora la compañía, bajo la dirección de Josemi Rodríguez y Macarena Pérez Bravo, se atreve con William Shakespeare y un texto que, aunque conocido de una u otra manera por los espectadores, no deja de ser siempre admirable: hablamos de los amores adolescentes de Romeo y Julieta. Esa historia versionada mil veces para ofrecer visiones más cercanas o más actualizadas de lo que con el tiempo se convirtió en un símbolo para los enamorados. Que, aunque sea un símbolo bastante trágico, se le supone que sobrepasa los límites terrenales y se proyecta en el universo eternamente. Aquí Pata Teatro hace también su propia adaptación en la que los múltiples personajes se reducen significativamente. Obvio que en los tiempos que corren no es cosa de meterse con un elenco de más de veinte como se le ocurrió a Shakespeare en su momento (que por aquel entonces no había que pagar seguros sociales). Nos quedamos con ocho y desdoblados por los seis intérpretes. Así de paso podemos disfrutar con la habilidad de los actores para recrear diferentes caracteres con apenas cambios de vestuario. Un actor puede hacerlo y convencer al espectador, que asume el convencionalismo. De hecho, aquí nos encontramos con un curioso cambio en el que Teobaldo, un chico de la familia de los Capuleto, se transforma en Tibal, ahora una chica un poco guerrera que, aunque arriesgado de justificar en la época que tratamos, no deja de tener su gracia. Al final todos los personajes que aparecen de la familia Montesco son masculinos y los Capuleto femeninos. Parece que nos hemos decantado por una guerra de sexos. Sea como sea, es una guerra absurda la que lleva al trágico final de la mano de unos actores resueltos y con más o menos solvencia para dar fuerza a los personajes. Las situaciones y la puesta en escena están bien resueltas para resultar cómodas a un espacio con unas características diferentes, así como el ritmo y una dramaturgia directa. Tal vez echamos de menos mayor rotundidad en las intenciones de las interpretaciones. Aun así, está latente ese trabajo mimado y que se nos ofrece con agrado para esta historia de juventudes alocadas e irreflexivas capaces de sublimar lo que el tiempo se encarga de acomodar.