El Museo Carmen Thyssen reivindicará en su nueva exposición temporal La furia del color, a partir del 6 de octubre, la «modernidad radical» del pintor cántabro Francisco Iturrino (1864-1924); un artista que bien merecería el calificativo de «maldito» y cuya obra representó, en el panorama artístico español de su tiempo, «una absoluta e incomprendida novedad».

Según explican desde la pinacoteca, Iturrino fue sin duda «un espíritu libre», un artista «inconformista», en absoluto seguidor de los cánones estéticos ortodoxos y que compartió amistad e inquietudes creativas con algunos de los principales nombres de la vanguardia europea, como Matisse, a quien le unió una estrecha relación personal y una sintonía pictórica en su experimentación con el color como elemento compositivo. También compartió con Picasso, con quien expuso en 1901 en la galería del marchante Ambroise Vollard, que pese a comprar obras a Iturrino «apenas se esforzó en darle visibilidad comercial».

En la muestra, se evidenciará cómo la singular pintura de Iturrino fue el resultado no sólo de sus preferencias individuales sino también de esos intercambios con el contexto artístico de su tiempo. Dentro de la producción de Iturrino fue especialmente relevante el tiempo que pasó en la malagueña finca de la Concepción.