A Rubén Blades le gusta definirse como «un cronista de la música». Revolucionó un género, la salsa, que, dice, estaba dirigido solo a la suela de los zapatos; no había argumentos, ni reivindicaciones en las letras de aquellas invitaciones al baile. Anoche, el autor de Decisiones y Pedro Navaja, para muchos el equivalente latino de Bob Dylan, se despidió de la música que dinamitó para que renaciera en el Teatro Cervantes, en una de las citas más esperadas de su festival veraniego, Terral.

Arropado por la tremenda big band de Roberto Delgado (trece metales, cuatro percusionistas, un bajista y dos teclistas), Blades celebró un generoso repaso (veintena larga de temas) por su fecunda trayectoria, que empezó a finales de los setenta con el genial Willie Colón en discos seminales como Siembra y que llega ahora a su adiós a la salsa (lleva años experimentando con otros géneros, como, recientemente, el tango; anoche, por ejemplo, en Do I hear four demostró que tiene el swing de un crooner supremo). Blades es un excelente cantante, desde luego, pero, sobre todo, un gran comunicador; de ahí que, anoche, las introducciones a los temas fueran pequeñas y reveladoras perlas, entre lo gracioso («El peor enemigo de Trump no son los norcoreanos; es el viento» fue una de las muchísimas muestras de su tremendo sentido del humor) y el relato cómplice (como cuando introdujo Ojos de perro azul, sobre el texto de Gabriel García Márquez, y recordó cómo el escritor le dijo que le «dolían los brazos de tanto defender» a un salsero que se atrevía con literatura pura).

La mítica Cuentas del alma («Siempre en la noche mi mamá buscaba el sueño/Frente a la televisión, y me pedía que por favor/No la apagara, su soledad en aquel cuarto cuarto/No aguantaba, aunque jamás lo confesó») sirvió en bandeja una de las sorpresas de la noche: Chucho Valdés, el pianista cubano afincado en la Costa del Sol, subió al escenario para arropar al panameño en su amargo relato de las cenizas de un divorcio. Todos vuelven fue la sentida excusa para recordar a muchos amigos caídos (se proyectaron imágenes del panameño con George Michael, Paco de Lucía, David Bowie y Lou Reed, entre otros). Hubo mucho más en un recital de energía contagiosa, basado en el tremendo carisma personal de su protagonista pero también en un ramillete de composiciones que son ya historia de la música popular en castellano. Que todas las despedidas sean así, lejos del luto y la amargura, emocionantes, con sonrisas y bailes durante dos horas y media.