La marcha de Jack Kirby y el posterior abandono de Stan Lee de las colecciones en las que todavía guionizaba en los primeros años setenta impulsó una regeneración de autores en las principales cabeceras de Marvel. La Casa de las Ideas vivía su gran expansión y el buque insignia de la empresa, Los Cuatro Fantásticos, debía tirar del carro. Roy Thomas y Gerry Conway relevaron a Lee al frente de la Primera Familia. Ambos firman la mayoría de los números del octavo Omnigold que Panini dedica a las historias de Reed Richards, Susan Storm, Johnny Storm y Ben Grimm.

En Los Cuatro Fantásticos ¡Caos en el gran refugio!, donde también participan Tony Isabell, Chris Claremont, Len Wein y el propio Stan Lee, los lectores del mejor cómic del mundo -como reza en las portadas de esta colección- se topan con una madurez argumental hasta la fecha desconocida. En los años sesenta, las tramas de la mayoría de superhéroes fueron abandonando el tono infantil e ingenuo de sus comienzos para así abrazar al público adulto. Este viraje se puede observar a la perfección en este tomo que arranca con la irrupción de Mahkizmo, el hombre nuclear, cuyo objetivo es capturar a Thundra para que su mundo, Machus, en el que los hombres mandan sobre todos, se imponga al de las Femizonas, donde las mujeres son el sexo dominante.

La lucha contra los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, la extraña aparición del Hombre de la Máscara Misteriosa; la captura de Estela Plateada por parte del Doctor Muerte; el inesperado retorno de Marvel Boy -trasformado en Cruzado-; Los Invasores; el Alto Evolucionador o el destino de final de Galactus son algunas de las historias que hacen de este volumen un auténtico festival de aventuras y acción. Algo a lo que contribuyen igualmente Hulk y Luke Cage, quienes acuden sin pestañear a «la hora de las tortas» contra La Cosa en un enfrentamiento de titanes sin igual (Roy Thomas asegura, no sin razón, que «no hay nada mejor que una pelea entre Hulk y La Cosa»). El bueno de Ben Grimm también posee un protagonismo especial en estos años, ya que momentáneamente queda liberado de su estado granítico, algo que siempre había deseado pero que no resulta tan agradable como imaginaba.