Si a finales de julio la ciudad se lamentaba del cierre del mítico Onda Pasadena, cuyo escenario sirvió durante cerca de treinta años como refugio del talento local, septiembre arranca ahora con la desaparición de otro templo dedicado a la música en directo: The Clarence Jazz Club. Al igual que el Pasadena, el local de calle Cañón, que abrió sus puertas en 2014, no ha logrado sobrevivir a la actual escalada del precios de los alquileres en el Centro Histórico, por lo que sus responsables han decidido echar el cierre.

En una carta de despedida, titulada 'Adiós, esperando que sea un hasta luego€' y publicada tanto en la web del establecimiento como en su perfil de Facebook, el gerente del Clarence Jazz Club, Javier Salinas, explica las razones por las que abandona el negocio situado a los pies de la Catedral. «Como ya es conocido, los efectos de la ´burbuja inmobiliaria´ no perdonan nada y se lleva por delante lo que haga falta, y este ha sido el caso nuestro, no ha sido posible llegar a un acuerdo de renovación de nuestro alquiler que vencía este 31 de agosto. Por lo que nos vemos obligados a cerrar y no poder seguir con nuestra programación y actividades».

Igualmente, Salinas recuerda en su escrito cómo hizo realidad el sueño de abrir un club de jazz, «de cuando era pequeño y sólo podía pensar en la música», y cómo con mucho esfuerzo y dedicación logró resistir a los embates de la crisis. «Los primeros años fueron muy duros, por la crisis, por la puesta en marcha, por la inexperiencia, por el concepto de negocio€. Pero si es verdad que estos dos últimos años he recogido frutos que más que materiales han sido de cariño y respeto hacía un proyecto que de una manera acertada y otras seguro que no, le he dejado todo el esfuerzo posible para que como un padre que ve crecer a su hijo este vaya haciéndose mayor y vaya ´por el buen camino´», explica, a la vez que señala que el Clarence, que contaba con 400 socios, ha acogido en estos años «cerca de 1000 conciertos, más de 100 jam session, sesiones de piano, cine mudo con BSO en directo y muchos más encuentros como conciertos benéficos, quedadas de grupos, presentaciones, etc». A pesar de que el local, que contaba con una estable programación mensual, consiguió «una estabilidad económica», los esfuerzos no han servido para amortiguar el golpe de la subida del alquiler.

Salinas, que acaba la carta dejando una puerta abierta a que un nuevo Clarence Jazz Club «vuelva a ver la luz de nuevo y con mayor intensidad si es posible», no olvida dar las gracias tanto «al público» que asistía al local, como «a los socios por el apoyo, a los patrocinadores que creyeron en el negocio». Pero sus más sentidas palabras están dirigidas a los músicos que «a lo largo de estos años» han «creído y apoyado» su proyecto, entre los que cita a Francisco García, Pepe Triano, Silvia Requena, Giustino Graziosi, Juan Arenales, Juan Pedro Berrocal, Emilio Salvatierra, Sonia Tovar, Ernesto Aurignac, Enrique Oliver, Martin Andersen, Jose Carra, José Luis Gómez, Marcelo Sáenz, Arturo Serra, Chapi Pineda, Orestes Bosch, Javier Palomo, Francis Posé, Chano Domínguez, Javier Denis, Javier Navas, Moisés Fernández, Peter Edgerton, Rafael Quesada, Roberto Cantero y Javier Berrocal.

Las noches de jazz malagueñas no volverán a ser iguales sin The Clarence Jazz Club, otro espacio dedicado a la cultura que acaba siendo engullido por la ley del mercado.