El 25 de marzo de 1942 nace en Memphis, Tennesse, Aretha Louise Franklin, hija de un pastor baptista muy popular entre la población negra y de Barbara Siggers, cantante de gospel. De niña, emigra la familia a Buffalo, Nueva York, para instalarse definitivamente en Detroit, Michigan. Crece, como sus dos hermanas y su hermano, el también reverendo Cecil Franklin, rodeada de un ambiente musical que impregna su vida. Casada dos veces y madre de cuatro hijos. Activista del Partido Demócrata, ha actuado en las tomas de posesión de Jimmy Carter, Bill Clinton y Barack Obama. Ha obtenido los mayores honores de su país. Falleció el pasado 16 de agosto, a los 76 años, víctima de un cáncer de páncreas en la que siempre consideró su ciudad, Detroit, la ciudad del motor.

Aunque existe una centenaria norma no escrita que rige en la cultura afroamericana de los Estados Unidos, que hace decantarse a todos sus cantantes por la música de iglesia o por la música profana, esta regla no regía para ella. En las seis décadas largas de su carrera artística, Aretha alcanzó las más altas cotas de éxito en todos los géneros musicales negro-americanos.

Sus comienzos fueron, como los de la mayoría de los grandes de su comunidad, en las iglesias cristianas protestantes. En la congregación de la New Bethel Baptist Church, en Detroit -Michigan-, al socaire de su padre, el reverendo Clarence La Vaughn Franklin, ya desde niña destacaba por su voz y, más adelante, también, por su forma prodigiosa de tocar el piano. Así, el primer disco de su dilatada colección, Songs of Faith, se grabó en el interior de este templo cuando solo tenía catorce años de edad.

Años después se pasaría, ya en Nueva York, al blues, actuando en clubes nocturnos y grabando varios trabajos para la casa Columbia, bajo la dirección de John Hammond, con una serie de temas que harían desvelar su sensibilidad jazzística en unos y su versatilidad para atacar y hacer suyas baladas clásicas en otros.

Pero no sería hasta mediada la década de los sesenta cuando llegarían sus rutilantes éxitos, acompañada, con frecuencia, a los coros por sus hermanas Erma y Carolyn y su prima Brenda Corbett. Cambia de firma discográfica y tras declinar la invitación de la Tamla Motown, afincada precisamente en su ciudad de residencia, Detroit, entra, de la mano de Jerry Wexler, en Atlantic, donde descubren su más genuino y colosal nervio interpretativo en un estilo que había surgido a finales de los cincuenta y que la lanzaría al estrellato casi de inmediato: el Soul. Síntesis del Gospel y del Blues, esta corriente musical se convirtió en la plasmación estética del movimiento por los derechos y por el orgullo de los negros.

Pero si entre las voces masculinas hay división de opiniones acerca de cuál es el mejor, si Ray Charles, si Otis Redding o si James Brown, entre las femeninas no la hubo, ni la hay, de que es Aretha Franklin la indiscutible reina y así lo siguió siendo las décadas sucesivas. Una larga lista de éxitos se suceden esos años, con su corolario de conciertos apoteósicos por América del Norte y Europa, copando los primeros puestos de las listas de ventas y una constante sucesión de premios, especialmente sus dieciocho grammys. Temas inolvidables como Think, Respect, que ella versiona, además, en sendos filmes - Blues Brothers, Granujas a todo ritmo aquí en España y Blues Brothers 2000, respectivamente, en dos cameos explosivos-, (You Make me Feel Like) A Natural Woman, I Never Loved a Man the Way I Love you, I Say a Little Prayer, Chain of Fools, entre otras muchas. Y las más exquisitas e impagables: Don´t Play That Song, Ain´t no Way, People Get Ready, Going Down Slow, Lean on me o A Change is Gonna Come.

A mediados de la década de los setenta su carrera entra en un período de declive, lanzando media docena de trabajos que no aportan casi nada a sus previo y posterior paseos triunfales en sus grabaciones.El renacimiento

A comienzos de los años ochenta, con la firma Arista y de la mano de otro gran productor musical, Clive Davis, se produce el renacimiento de la Reina del Soul y con él, aunque de manera más comedida, otra época bendecida por sucesivos premios grammys.

Pero si no hay duda de que a la Franklin se la asocia, indiscutida y justamente, con el soul y el rhythm and blues, estilos con los que alcanzó las mayores cotas de éxitos, tanto en conciertos en vivo como en trabajos en estudio, de ninguna manera se puede desatender su majestuosa y sublime aportación a la música de sus raíces, y es así como titula su autobiografía From These Roots, el gospel, verdadero himno cultural y sentimental de la etnia afro-americana.

Sus innumerables actuaciones en funerales como los del reverendo Martin Luther King, Mahalia Jackson o a la activista Rosa Parks, significaron su vuelta a sus orígenes La Iglesia siempre me acompaña, repetía Franklin. Y testimonio para el futuro son los tres grandes trabajos discográficos en directo, esenciales tanto para sus seguidores como para los de la música evangélica: Songs of Faith, Amazing Grace y One Lord, One Faith, One Baptism, grabados, el primero y el último en la New Bethel Baptist Church, de Detroit, y el segundo en la Cornerstone Institutional Baptist Church, de Los Angeles.

Nadie ha transmitido la experiencia vital de la América negra, la frustración y la esperanza, la reivindicación y el empoderamiento de esos hombres y mujeres, como sus cuerdas vocales y su forma de utilizarlas, su cantar luminoso y su contar cautivador, llenos de autenticidad e intensidad. El soul, el gospel y la música en general no volverán a ser lo mismo sin la Reina, porque como ella ninguna.