¿Por qué reivindica la figura del bufón en el título de su espectáculo si, precisamente, presume de proclamar verdades más allá del entrenimiento?

Yo reivindico la figura del bufón desde que la utilicé en el título Memorias del bufón, que publiqué en 2001, porque en mi tierra, en Cataluña, para insultarme o decirme cosas desagradables me llaman a menudo bufón. Entonces, he pensado que hay que seguir reivindicando ese título honorífico y, por eso, adopté esta idea, que es esencialmente satírica y que refleja una mirada sobre el mundo y los acontecimientos en forma de sátira, lo cual no quiere decir que la sátira sea también una cosa muy seria.

El sermón del bufón es a un tiempo un autorretrato y una cartografía social. ¿El espectáculo habla más de usted o de nosotros como sociedad?

Bueno, yo hablo de las dos cosas, porque hablo de mi entorno inmediato, pero visto a través de mi óptica. Y esto conlleva que, inevitablemente, conecte ese discurso con algunos aspectos reales de mi vida, como mi infancia u otros acontecimientos de mi vida civil o artística. Esto me permite elaborar ciertos pensamientos y, al mismo tiempo, revelar situaciones dramatizadas de mi propia vida. A veces, combino las dos cosas e interpreto personajes que he conocido, como, por ejemplo, el rey Juan Carlos, de quien reproduzco una escena en la que ambos hablamos y discutimos, como así sucedió en su momento; o la primera entrevista que tuve con Jordi Pujol, hace años, en Cataluña. Pero para que no quede en una idea vanidosa de autohomenaje, también pongo en escena mis contradicciones, que todos tenemos, en dos personajes. Por eso, tenemos el personaje de Boadella y el personaje de Albert, que, en ciertos momentos, no están demasiado de acuerdo y que reflejan las grandes contradicciones entre el uno y el otro, pero que, en realidad, reflejan las contradicciones que tiene siempre uno mismo.

A menudo plantea la realidad en términos binarios: derechas e izquierdas, sociedad y poder, arte y realidad, ¿pero en qué momento incorpora también la lucha dual con uno mismo?

Pues esto sucede porque yo creo que cualquier ser humano pensante -porque no todos lo son, sino que muchos son puros reproductorestiene, en general, muchas contradicciones con respecto a sus propias decisiones, salvo quizás aquellos que están encaminados hacia el mundo del fanatismo. Pero el ser humano pensante y con un mínimo de libertad nunca tiene la seguridad absoluta sobre sus formas de actuación y siempre alberga dudas. Y yo divido estas contradicciones propias en estos dos personajes: el de Albert y el de Boadella. En este sentido, el personaje de Albert es el más cercano a los impulsos infantiles, que siempre prevalecen en el cerebro humano a pesar de los años, mientras que el personaje de Boadella es el que se ha ido realizando con los años y que es menos instintivo, más analítico, el que piensa más las cosas antes de hacerlas.

Sin embargo, en ambas vertientes de usted mismo coincide el horizonte de la libertad de expresión hacia el que siempre ha enfilado su trayectoria. ¿Merece la pena pagar determinados peajes por ejercer la libertad de expresión desde un discurso crítico contra los poderes fácticos?

Yo tendría que decir, no como una forma de vanidad, que he sido una persona que se ha realizado con gran libertad. Por supuesto, he tenido suerte, sin duda alguna, en todos los sentidos, tanto en el familiar como el artístico, porque la vida ha sido generosa conmigo, pero una parte de esta felicidad también es haber podido hacer generalmente lo que he considerado que tenía que hacer en cada momento, a pesar de que se me planteasen situaciones difíciles o, a veces, agresivas. Pero yo siempre me he podido realizar sin tener que autocensurarme mucho, por así decirlo, lo cual significa que he tenido que tenido que utilizar la mínima hipocresía para vivir en sociedad, si partimos de que, si no hay una cierta hipocresía, uno tendría que vivir como un salvaje.

¿Acontecimientos recientes como la condena del rapero Valtònyc o el secuestro del libro Fariña le hacen pensar que España está cada vez más amordazada o que tiende en exceso hacia lo políticamente correcto?

Desde el punto de vista de la libertad de expresión, se puede decir que España, jurídicamente, es un país con una libertad de expresión amplia, dentro del conjunto de países desarrollados. Pero está sucediendo un fenómeno muy relevante estos días y es que la propia sociedad española se pone a veces en situaciones de censura. Cuando uno hace una sátira o una crítica sobre un determinado sector de la sociedad, automáticamente aparecen en circulación estos sectores que ponen de vuelta y media al que lo ha hecho e intenta llevarlo a los tribunales, o cosas por el estilo. En este sentido, me doy cuenta de que muchas cosas que yo hice en el pasado -me refiero hace 15, 20 ó 25 años- no las podría hacer en este momento sin generar una enorme polémica y, seguramente, una gran agresividad.

¿A qué se debe?

En la sociedad española ha aparecido una especie de inquisidores voluntarios en todos los sectores, desde las redes sociales a las instituciones o las asociaciones, en las cuales ruge esta potencia de la masa en una especie de cruzada contra alguien que ha practicado la libertad de expresión. Y esta masa tiene mucha fuerza y hace que, finalmente, se produzca en los artistas una cierta autocensura. Yo creo que esta es la realidad española en este momento, desde el punto de vista de la libertad de expresión.

Por otra parte, como catalán, se ha mostrado muy contrario a la corriente independentista de Cataluña. ¿En qué medida escribe ¡Viva Tabarnia! (Espasa), en alusión a ese territorio conceptual del que usted es presidente, como una campaña catártica contra el secesionismo?

Sin duda, Tabarnia tiene que ver con un desahogo necesario para muchos que no nos identificábamos con ese resentimiento hacia todo lo español azuzado por un político oportunista, que aprovechó ese caldo de cultivo que ha existido para tratar de separar y dinamitar a un país entero. Pero Tabarnia también tiene que ver con mi profesión, y con esto me refiero a aplicar el sentido del humor y la sátira frente al poder, el odio y la xenofobia, que en este momento son las bazas de un poder que yo considero nefasto. Por eso, yo creo que quizás el mejor arma, aparte de las armas políticas, que ya existen de dudosa forma, es el sentido del humor.

¿Hasta qué punto ha jugado un papel crucial la dejación de funciones por parte de Mariano Rajoy ante el escenario de Cataluña?

Sin duda, ya he dicho que la incapacidad o inmovilismo de Mariano Rajoy ante la lucha de poderes que se gestaba en Cataluña permitió crecer el monstruo, lo cual creo que no hubiese sucedido -o no, al menos, de la manera en que sucedió- si se hubiese intervenido en el momento de aquella especie de referéndum catalán.