El cine quinqui, ese subgénero patrio en eterna reivindicación, tuvo en José Luis Manzano a su particular James Dean: una figura trágica, de una tristeza magnética. Como el rebelde sin causa, el protagonista de El Pico y Navajeros se despeñó entre adicciones y desórdenes (aunque sin accidente automovilístico de por medio) y murió de forma prematura. Ahora, la editorial malagueña Applehead Team relanza Lejos de aquí, el completísimo libro que Eduardo Fuembuena dedicó a Manzano, un libro que cubre uno de tantos huecos bibliográficos de nuestro país.

A José Luis Manzano le descubrió Eloy de la Iglesia, quien sería más que su director fetiche, su mentor. Cuenta Fuembuena que se conocieron en unos billares donde los jóvenes del lumpen ofrecían sus favores a homosexuales. Empezaron a vivir juntos, el realizador se encargó de que aquel chaval fuera alfabetizado y le convirtió en el protagonista de su seminal Navajeros.

Pronto llamó la atención su melancólico descaro y su acercamiento natural a la interpretación. Tanto, que llegó a tener proyectos hasta en EEUU. Pero varios obstáculos en su camino se interpusieron en el camino hacia el éxito de este chaval de Vallecas: la Mili (que postergó cuantas veces pudo, pero que llegó irremediablemente), el propio De la Iglesia (que tenía unos celos casi enfermizos y que usaba a Manzano para «cosas tan cotidianas como hablar con el camello», dice Fuembuena) y, cómo no, las drogas. Un hurto menor llevó al actor a la cárcel y, allí, a asomarse y precipitarse sin remedio en el abismo de las drogas duras. Salió pero nada fue igual. Su cadáver fue encontrado (por Eloy de la Iglesia) con signos de violencia y restos de heroína en un piso en 1992. Lejos de aquí, en la edición revisada y ampliada (que ya es decir: el volumen original constaba de 800 páginas) de Applehead Team, es su historia.