Casi tres años (febrero de 2016) han transcurrido desde la última visita del director madrileño Pedro Halffter al escenario del Teatro Cervantes. Entonces lo hacía en el marco de la veintisiete Temporada Lírica y este pasado jueves dentro de la Temporada de Abono de la Filarmónica de Málaga. En el atril dos obras emparentadas en su año de redacción 1872 y una tercera ocupando la segunda parte del concierto enlazando con el primero de los encuentros del primer trimestre de abonos con la OFM. Tchaikovsky, Saint-Saëns y Prokofiev tres perspectivas, dos escuelas y una batuta para mostrar páginas que reivindican el talento orquestal y la capacidad de crear en la adscripción de escuelas con trayectorias bien definidas formal y estéticamente como quedó demostrado en el programa pasado.

Concierto denso, en absoluto condescendiente ni con el público y mucho menos con los profesores y solista. La travesía dirigida por Halffter apeteció pulcra y firme distinguida por la convicción del maestro por el pulso marcado, incisivo en ocasiones gélido ofreciendo así lecturas de fuerte personalidad que funcionan con las garantías que distingue el oficio. Si bien este gesto favorece enormemente a la corriente rusa, al descender al fulgor de Saint-Saëns la perspectiva adquiere un tono en exceso distante y en ocasiones ajeno aunque no falto de originalidad.

La segunda incursión en el mundo de Shakespeare por Tchaikovsky recoge el reto lanzado por V. Stasov para la Obertura La Tempestad estructurando la página en seis motivos claramente diferenciados, con el mar como fondo y donde las tensiones se van acumulando desde el inicio hasta desvanecerse en el silencio. Halffter al frente de la OFM transformaría al conjunto en un texto sonoro cargado de inflexiones.

Gemelo en redacción el Concierto para cello de Saint-Saëns es sin duda una de esas páginas que deben estar muy a mano no ya por la originalidad de su estructura sino por la maestría con la que el músico francés enlaza el discurso y el diálogo que mantienen orquesta y solista. El cello del ruso Fedor Amosov impresionó al auditorio en su debut con la Filarmónica. A lo largo de los tres tiempos que acotan la partitura discurriría por distintos estados marcados por la agilidad, enfrentada al lirismo del pasaje a solo con los primeros atriles y todo hilado sobre la seguridad técnica que demuestra en el escenario.

Iniciada como una suite sinfónica sobre el proyecto de la Ópera El ángel de fuego, los materiales que parodia Prokofiev se transforman en el tercer trabajo sinfónico del compositor. Tensión y contraste, incansable perfil rítmico definen la interpretación que OFM y P. Halffter desgranaron en la segunda parte del concierto, tal vez impenetrable, cercana a la ensoñación pero sin duda ejemplo de orquesta y batuta con carácter.