Quizás porque la ejemplaridad no está suficientemente cotizada en España, o quizás porque en nuestro país se da poca importancia a las personas que dominan el saber con una visión totalizadora y renacentista, la figura de don Alberto Jiménez Fraud es prácticamente desconocida para un altísimo tanto por ciento de la población española, e incluso malagueña, la ciudad que le vio nacer. A intentar solucionar, o al menos paliar esta situación de desconocimiento y falta de estima a la obra de uno de los grandes educadores del siglo XX viene la publicación de Epistolario 1905-1964.

La relación entre la Fundación Unicaja, que, en una magnifica trayectoria de colaboración con la Residencia y la familia Jiménez Cossío, es la institución patrocinadora de la publicación de este trabajo extraordinario de nueve años, comenzó el año 2000 con la publicación del facsímil del Cuadernos de Natalia, le siguió la exposición de la bellísima obra pictórica de Natalia Jiménez de Cossío (la hija de Alberto y Natalia, nieta de don Manuel Bartolomé de Cossío) en la Sociedad Económica de Amigos del País y culminó, o continuó, el lunes pasado por la tarde en un acto académico de altísimo nivel, celebrado en el marco de la Residencia de Estudiantes, en una tarde gris y lluviosa, que prestaba todo el encanto del otoño a la «colina de los chopos», en la añorada calle Pinar, en la que pasé algunos años de mi vida. La Residencia, en la que se respira libertad, tolerancia, alegría, mesura, en la que hasta los muebles han sido diseñados especialmente para la función que han de cumplir, según estableciera Morris de la estética como una forma de ética, en la que el saber no puede estar compartimentado, sino integrado y relacionado en su totalidad y en la que importa tanto la documentación (llegó a tener una biblioteca con dieciséis mil volúmenes, que fueron destruidos, casi en su totalidad), como la capacidad de juzgar esa documentación y aprehenderla. Y las imágenes del Prado al que Moreno Villa llevaba los sábados a los residentes, como para insuflarles el aire que circula en los cuadros de Velázquez y el ascetismo y elevación de espíritu de los Grecos, puestos en valor por el suegro de don Alberto.

No es éste lugar, ni por espacio, ni por tiempo para explicar todo lo que esta familia y, sobre todo la figura de Alberto Jiménez Fraud, han supuesto en la vida de la cultura y la inteligencia española. Me limitaré por tanto, a hacer unos breves comentarios sobre el acto en sí mismo y la significación que tiene en estos momentos de la Historia de España, en los que vuelven a aparecer los mismos fantasmas, que llevaron a la inmensa mayoría de los residentes al exilio, al silencio, o a la muerte.Correspondencia

El Epistolario que acaba de presentarse en Madrid y que pronto lo hará en Málaga, recoge la correspondencia de Giménez Fraud desde el año 1905, con una primera carta a su maestro, don Francisco Giner de los Ríos, sigue con la correspondiente a sus años de director y creador de la misma, y finaliza con la de su larguísimo exilio (aunque a Natalia le indignaba que se utilizara este término) hasta su muerte en Ginebra en 1964.

La correspondencia recoge y revela no solo las inquietudes, la pasión por el saber, el deseo ferviente de mejorar la educación en España, los métodos empleados, las vicisitudes cotidianas, durante sus años como director, sino también la tragedia del alejamiento de la Patria, los amigos desperdigados por el mundo, la nostalgia de los paisajes y los monumentos, la añoranza de su biblioteca, la pérdida del calor, el olor y el sabor de su país, las penurias en un Oxford, en plena Guerra Mundial, en que siempre aparece con gripe por la falta de calefacción y, al final de la contienda, la pérdida de la esperanza de volver.

Cuando se produce el levantamiento militar, lo que reflejan las cartas es perplejidad por parte de él y de todos los componentes de la inteligencia española. No podían comprender que tanto esfuerzo, tanta lucha y tanta esperanza hubieran sido un esfuerzo tan baldío como un edificio levantado en la arena. Como señalaba Santos Juliá en el acto de presentación, los más de ocho mil asesinatos que se producen en las calles de Madrid y alrededores en los tres primeros meses de la guerra incivil, hacen que cundan el pánico, la desesperación y, especialmente, el sentir, el constatar que no pueden defender ni una postura, ni otra. Los desastres de la guerra de Goya y el triunfo de la Muerte de Pieter Brueghel el Viejo están representados a diario en las calles de Madrid y de una gran parte de España. Y la mayoría escapa literalmente. Y para los que se quedan y sobreviven, en tres años empezará el tiempo del silencio.

Jiménez Fraud y su familia empiezan una nueva vida en Oxford, que él ya conocía a fondo, al igual que todo el sistema educativo inglés, que, junto con la tradición de los colegios mayores españoles, truncada en el XVIII, compusieron los elementos que utilizó para amasar la idea matriz que había de dirigir la vida de la Residencia, mientras duró. Todo esto se refleja claramente en sus cartas, en las que aparece su idea central de «leer y escribir», por encima de todo, de aprender siempre, hasta el final. Y en anécdotas marginales de su memoria, brilla su personalidad apasionada pero apacible, su honestidad, su inteligencia, su cultura, su desprendimiento, la preocupación por informar a todos de donde y cómo se encontraba cada cual, su cosmopolitismo y su amplitud de miras. No hay en toda la extensión de los tres tomos que componen la obra, ni una sola mención a la situación internacional, si no tiene nada que ver con España, ni a la vida inglesa, que sufre la conmoción de que Churchill gane la guerra y a continuación, pierda las elecciones generales, ni un solo momento de disfrute, de ir al cine, o al teatro, nada que no sea la preocupación por España, por la situación de los amigos…incluso aparece correspondencia con Américo Castro, en relación con la situación terrible en la que se halla Don Antonio Machado en Colliure, con su madre agonizante, sin dinero, solos, e intentan llevárselo a Oxford para ofrecerle un puesto de lecturer… la carta llega al día siguiente de la muerte de Machado.

Durante los cinco largos años que dura la Guerra Mundial, todos ellos soñaban con volver y estaban seguros de poder hacerlo pronto. Pero al poco tiempo van a comprobar que los aliados no van a hacer nada, ni por acabar con el Régimen, ni por ayudar a paliar la situación de miseria de la España de esos años. A ello se refiere certeramente Gerald Brenan en una carta en la que escribe «los españoles tendrán que acostumbrarse a soportar un régimen autoritario durante muchos años».

A partir de ese momento, empieza un tiempo nuevo de asimilar y aceptar que el regreso a la calle Pinar va a tardar muchos años, o no se va a producir nunca. Jiménez Fraud recibe constantemente a personalidades en casa, por las tardes, a tomar el té, como ocurría en Madrid, practicando lo que Jose Ángel Valente llamaba «el valor de la palabra escuchada», además de la hablada y la escrita.

Es imposible recoger todo lo brillante e inteligente, doloroso paro también divertido que hay en esta correspondencia, pero me gustaría destacar una carta de Américo Castro en la que manifiesta con su estilo abierto que «ya he hablado con los del cementerio civil, para que nuestras tumbas sean una opinión».

Como dijo María Lozano en el acto, todo esto está muy bien, todo esto es necesario, todo esto ha de hacerse, pero, ¿donde está el Jiménez Fraud, el espíritu de la Residencia y la constelación de intelectuales libres, abiertos y generosos, que España necesita en estos momentos broncos, ásperos y, de nuevo, fantasmales? Personalmente, no lo sé.

[* Mariano Vergara es vicepresidente de la Fundación Unicaja]