Si París era una fiesta, menudo jolgorio fue el Madrid en que se desparramó durante 13 años la gran Ava Gardner: tardes de toros, noches infinitas, botellas sin fondo, encuentros sexuales furtivos... La actriz exprimió las posibilidades hedonistas de la capital de un país oprimido por la dictadura pero que se desvivía a tope en los reservados de los restaurantes y los hoteles. El actor y director Paco León acaba de estrenar la primera temporada de Arde Madrid (visto el éxito, la segunda está en preparación), una serie para Movistar+ que documenta, entre la realidad y la ficción, las andanzas de la Gardner entre nosotros. El diario El País descubrió hace unos días, con motivo del lanzamiento de la serie, la identidad de una de las sirvientas reales de la Gardner: se llama Carmen López y resulta que es de Fuengirola.

Es una historia que, lamentablemente, no tendrá mucho recorrido: Carmen vive desde hace tiempo en una residencia para ancianos de Madrid desmemoriada por el alzheimer. Su familia ha revelado parte de su historia, pero la discreción con la que siempre vivió la mujer y que han heredado sus descendientes se ha transformado en muchas cajas de recuerdos y secretos perdidos.

López conoció a Ava Gardner cuando tenía 27 años: sin estudios, alfabetizada lo justo, viajó a Madrid en busca de trabajo y lo encontró atendiendo a una mujer que representaba casi lo opuesto, el glamour, la fiesta, la vida fácil, el oropel y el derroche. Sin embargo, de alguna manera, ambas congeniaron: «Ava fue muy cariñosa con ella, no la miraba por encima del hombro. Le regaló muchísima ropa. Usaban la misma talla y eso a mi madre, que era muy coqueta, le gustaba recordarlo. Pero lo metimos todo en una caja y no sabemos dónde está», cuenta el hijo menor de Carmen, Javier, en el citado reportaje de El País.

Sí guarda celosamente una pelota de béisbol firmada por los jugadores de New York Giants y unas gafas de sol que le regaló la actriz, recuerdos de quizás la gran aventura de Carmen López: un viaje a Nueva York acompañando a su jefa. Javier también conserva afiches de salas de jazz y tarjetas de restaurantes de lujo de la Gran Manzana. ¿Se imaginan lo que pudo ver y vivir allí aquella joven que apenas había salido de Fuengirola? Pero las anécdotas las reservaba Carmen para las reuniones familiares. Discreta y pudorosa jamás quiso tener nada que ver con la prensa del corazón ni similares.

A los pocos meses de aquello, Carmen López se despidió (quizás lo de Gardner sí era too much. Para algunas mujeres las noches sí tenían fin y la vida siempre era la real.