Febril, deseando llegar al fin de semana, Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) atiende a La Opinión de Málaga horas antes de una firma de ejemplares que se intuye multitudinaria. Presenta Reina Roja, su nueva novela en la que ha trabajado los últimos tres años. Con el inicio de la charla el cansancio parece desvanecerse. Habla con pasión de cine, literatura, Twitter, periodismo, de Reina Roja también, claro. De lo que se puede y lo que no se puede contar del último trabajo del escritor español más vendido en formato digital. La conversación, y las croquetas, invitan a olvidarse del cuestionario previo, tanto que se apaga la grabadora y sigue la charla, aunque no queden croquetas.

Para alguien que no sepa nada de Reina Roja

Pues te lo voy a decir con un tweet... (busca en su móvil, sobrepasado de emails y menciones) «Hoy he comenzado a leer y no puedo parar, tengo los ojos como dos faros, estoy enganchada con la trama de Antonia Scott».

Cuando alguien busca su nombre en Google, en el apartado «Otra gente también busca» aparecen los de Arturo González-Campos (inevitablemente), César Pérez Gellida, Stephen King, Lorenzo Silva... ¿qué le dicen estos nombres?

Me citas gente que me gusta mucho... Gellida es el mejor escritor de novela negra que hay en España, todavía le falta por explotar y que la gente se lo reconozca. El resto son amigos míos todos, menos Stephen King, a quien le estreché la mano una vez en una entrega de premios, me acerqué a él y le dije: «Solo quiero estrechar su mano y darle las gracias. Me di la vuelta y me fui». Es uno de los hitos de mi vida.

Estar entre todos estos nombres... ¿un gran poder conlleva una gran responsabilidad?

¿Te lo planteas tú al escribir esta entrevista que van a leer decenas de miles de personas? No puedes pensar en la repercusión que va a tener algo antes de escribirlo. Lo único que puedes hacer es hacerlo lo mejor que puedas, ponerle toda tu voluntad y todo tu corazón.

Está de desgraciada actualidad 'El rey del cachopo', no falta inspiración en España para hacer novela negra...

España es un país apasionante en su relación con el crimen. Pero estamos tan apabullados por las historias que vienen de Estados Unidos que lo nuestro huele a fritanga... y no es verdad. Lo importante es encontrar el equilibrio entre ficción y realidad. Y por eso el libro me ha llevado tres años.

En la novela, que transcurre en España y podría estar transcurriendo ahora mismo, no se entra en la situación política.

No, no me interesa nada.

¿Y le interesa a Juan Gómez-Jurado como escritor y ciudadano?

Me interesa muchísimo, pero como escritor me interesa el conflicto humano y en la política no hay humanidad. Últimamente es sólo espectáculo, eslóganes y nada de interés, y a mí lo que me interesa es que la gente piense por sí misma.

En el capítulo en el que presenta a Bruno Lejarreta, periodista en Reina Roja

¿Quieres que te dé el títular para esta entrevista? Es divertidísimo, nunca me había pasado... [se lo piensa] «Os prohíbo terminantemente que leáis esta entrevista». La visión del periodismo que sale en el libro es la de Bruno, la mía es la de que tenemos una responsabilidad, la de premiar el esfuerzo intelectual, hacer que la gente piense por sí misma, que no reduzca todo a eslóganes a 280 caracteres. Por eso te he dado ese titular antes, porque confío en la capacidad de la gente para decidir qué es lo quiere y lo que no quiere hacer.

Llevamos tiempo escuchando muchas voces que auguran el final del periodismo de papel... ¿cree que al libro impreso le espera también ese destino?

No. El libro electrónico creció muy fuerte al principio, porque buscó su sitio y cuando el parque de dispositivos electrónicos alcanzó su máximo ya no crece, porque sirven a un tipo de lector determinado en un momento determinado. Lo importante es poner al lector en el centro de la propuesta. El gran error, y espero que no sea este el titular, que ha cometido el sector editorial en los últimos diez años es creerse que podía dirigir la propuesta, cuando lo que había que hacer es preguntarle al lector: ¿Cómo queréis que lo hagamos?» y eso es lo que he hecho yo siempre. Al principio se creyó que había que poner el libro electrónico y el de papel al mismo precio, grave error. Mi libro lo compran en los dos formatos, porque sí, porque se lo vendo barato y porque les he enseñado a los lectores que el camino es el que ellos quieran o, dicho al revés, el lector me ha enseñado a mí cómo hay que hacer las cosas. Ese sí es buen titular [ríe].

Le pongo en un aprieto... ¿cine o literatura?

No me da la gana, esa es mi respuesta, qué puta manía de este siglo XXI de elegir, de hacer rankings... no quiero elegir, quiero tenerlo todo. El cine, al que llegué después de los libros, es mi gran pasión. Lo adoro. Y la literatura es con lo que estoy casado. Me gusta mucho leer y me gusta mucho crear historias apasionantes. Cuando escribo algo, intento que al lector le lleguen determinadas emociones que yo he recogido del cine o de las series de televisión, porque la forma de contar las historias ha cambiado. No contamos las historias de la misma manera que en el siglo XIX.

Siendo escritor y trabajando en radio y televisión... ¿con qué medio se queda?

Me quedo con la radio, sin duda. La radio es eterna, la radio es preciosa y es el mejor medio de comunicación que existe. Es una comunión absoluta, una voz que está hablando al oído y contándote historias. Es magia, pero no lo es todo... la radio sigue necesitando los periódicos para aumentar el desarrollo, para una reflexión más profunda. Y la televisión no nos hace ninguna falta. En una hipotética pregunta, con la pistola en la mano, de ¿A quién matamos? A la televisión, sin duda.