¿Cómo se gestó su candidatura a la presidencia?

El guión no estaba escrito en estos términos. Los músicos afines en sensibilidad dentro de la SGAE nos presentamos sin constituir una candidatura unitaria. Todo el mundo apuntaba a Teddy Bautista como miembro electo. Bautista, reconocido como un gran técnico, parecía el candidato que se iba a abrir paso hasta la presidencia. Pero el resultado ha sido otro porque hubo una directiva que permitió el juego de alianzas y mayorías, lo que a su vez va a permitir dar unos pasos en favor de la gobernanza, en conjunto y con consenso. Al final, surgió mi nombre como candidato y, por los contactos mantenidos entre los diversos colegios profesionales, se acordó que sería el próximo presidente.

¿Cuál es el objetivo más inmediato de su mandato?

Estamos en una situación crítica, casi de emergencia. Hay abierta una guerra interna, con varios apercibimientos del Ministerio de Cultura que tenemos que atender, de manera urgente, de aquí a Navidades. El primero, un cambio estatutario que adecúe los actuales estatutos de la entidad a la actual legislación y a la normativa europea.

¿Por qué?

Porque al aprobarse enmiendas a la Ley de propiedad intelectual y al producirse cambios en la normativa europea, los estatutos no estaban adecuados a estas modificaciones. Tenemos que plantear a los socios que se deben acometer los cambios en los estatutos que exige la ley. No estamos en disposición de presentar una reforma estatuaria profunda porque sería una negociación larguísima.

Hubo controversia porque no se habilitó el voto electrónico, ¿prevé incrementar la participación de los socios?

Durante la campaña nunca me manifesté ni a favor ni en contra del voto electrónico. Me presenté con las reglas que se marcaron, que pasaban por el voto por correo. En pleno siglo XXI, el voto electrónico es algo a lo que tenemos que aspirar. Y no solo en la sociedad de gestión, también en la sociedad civil. El facilitar la participación de los socios es algo a lo que tenemos que aspirar, y una vez que se garanticen los criterios de seguridad, tenemos que implementar este mecanismo en esta legislatura.

Se habla mucho de «la Rueda», el presunto fraude por la emisiónde melodías en televisión en horario nocturno...

Nadie en la SGAE, y menos en la dirección admite el término «rueda», hablamos de un proceso judicial de unos hechos que acaecieron hasta 2013. Hay una polémica sobre el negocio de las editoriales multinacionales, por un lado, y el de las multinacionales de televisión, por otro. Antes, los autores firmaban con una discográfica, y cuando se cayó el mercado del disco surgió otro modelo, el digital, y entraron las editoriales de televisión. Estamos casi en un conflicto como el que enfrenta al taxi y a Uber, que serían las plataformas digitales. No podemos pretender que el taxi tradicional desaparezca con la llegada de esos nuevos modelos, estamos condenados a convivir y tenemos que invitar al diálogo. Probablemente, a la vuelta de tres, cuatro o cinco años la polémica será entre los autores que produzcan música para internet y los que trabajen modelos antiguos.

Algunos creadores tienen problemas para conocer las audiencias

En lo digital es muy fácil identificar dónde se está viendo algo, escuchando o representando. Es muy fácil de seguir, pero los generadores de contenidos no remuneran a los creadores acorde al beneficio que obtienen por el tráfico. Un autor percibe una cantidad tan mínima frente a un beneficio más considerable que, si la digo en decimales, sería irrisoria. El caballo de batalla es que el autor de ese contenido pueda participar de ese beneficio.

La SGAE genera cierto rechazo dentro de la sociedad.

Tenemos una vieja aspiración, que no decae por rescatar el prestigio de una sociedad que se dedica a remunerar a los creadores de contenidos. Rescatar ese estatus por el cual un ciudadano contribuye a remunerar el trabajo de un autor, de tal forma que sea vista de manera natural. Tampoco queremos que haya ese rechazo entre los propios socios, que no piensen que la entidad está gobernada por una cúpula que mira solo a determinados autores o intereses. Tenemos que mejorar la imagen interna de la SGAE, entre los socios, y cuando tengamos una sociedad respetable será más fácil llegar al ciudadano.