En la Sala B del Teatro Cánovas la compañía Incendio Fugaz Teatro ha presentado su espectáculo Monstruos brutales asustados, dirigido y escrito por Jon Rivero. El título a primer golpe de lectura te lleva a pensar que se trata de un espectáculo infantil. Pero nada más lejos. Keiko Andrade es una chica que ha sufrido una compleja situación familiar en el Japón donde nació y se crio junto a su hermano Yokio.

Peculiarmente, aunque nacidos allí, en realidad son hijos de gallegos emigrantes a los que nos les fue nada mal hasta que un terrible accidente se los lleva por delante. Esto motiva un desajuste entre los hermanos y una situación personal de desequilibrio en Keiko que busca ayuda en una psiquiatra. Como en un diario vemos la evolución junto a Luz, la especialista que la trata, que a su vez se involucra significativamente en el caso. Mientras esto trascurre, la doctora está escribiendo un libro sobre su hermana, que se ve influenciado por las confesiones de la protagonista. El trabajo dramatúrgico va mucho más allá y nos irá conduciendo hacia inesperados acontecimientos que como es lógico sólo se desvelan al final de la trama. Ciertamente provoca un grato interés esta premeditada confusión en la que el espectador intuye a la vez que desea conocer las motivaciones ocultas en los personajes.

El espacio utilizado nos va a llevar a transitar por cuatro estancias en las que, tras una presentación, transcurren los distintos bloques dramáticos. A su vez el lenguaje visual forma parte de la misma narración. Así podemos percibir momentos retrospectivos o puntos de vista de los personajes que nos dan un enfoque más íntimo que lo que únicamente se puede expresar verbalmente. Si bien que alguno de estos efectos no logra su intención sobre todo en la primera parte con las entrevistas en las que dos cámaras nos hacen ver únicamente otra disposición de la escena, pero no pasa de ahí. Tal vez intentaba romper con el espacio a la italiana. Y en cierto modo la necesidad de un relato enrevesado que nos embauque y unos diálogos potentes dejan un poco en la superficie la psicología de los personajes. Esto no va en detrimento del trabajo actoral que se amolda perfectamente al estilo y logra muy buenos resultados en un elenco compacto y creíble. La dirección lo tenía bastante claro. No en balde es el propio autor quien dirige. Tenemos finalmente un trabajo muy interesante para disfrutar. Y que sin duda no deberían dejar de ver porque aún hay ocasión hasta el ocho de febrero.