Black is beltza navega entre el cine de acción y el alegato cultural y político. ¿No es demasiado ambicioso para un primer largometraje de ficción?

Llevo 12 años dirigiendo películas, aunque son documentales, y para mí dirigir es algo innato, sean películas o bandas, es algo que me apasiona. Como conocía todos los ingredientes era una cuestión de implicarme y contagiar lo que quería contar. Tenía la experiencia del cómic, para lo que tuvimos que hacer un proceso parecido de crear personajes, rasgos, localizaciones... Siempre hay una primera película, y yo lo he hecho rodeado de grandes profesionales y teniendo muy claro lo que iba a hacer.

La historia está en su cabeza desde que de adolescente vio la foto de los gigantes en Nueva York. ¿Por qué ha tardado tanto en plasmarla?

No encontraba financiación, por lo que vi interesante comenzar con una novela gráfica que además sería una base para saber qué haríamos en el cine. Después me propusieron hacer la exposición con todo el material, después el laboratorio musical que giraba en torno a esa idea… Todo ese trabajo sirvió para cimentar Black is Beltza…

Aprovecha el argumento para regalarnos una banda sonora en la que demuestra sus querencias por la música negra...

Sí. Incluso recupero a las Velvelettes, que para mí son apasionantes. Y también, pasado por el filtro actual, hago un viaje musical en el que cada lugar que visita el protagonista hay una música que le acompaña con las bandas cómplices, como cómplices son los artistas que ponen las voces: Manu Chao, Ana Tijoux, Rosalía…

Aquel gigante negro no desfiló por racismo, pero seguramente ahora no lo haría por corrección política. ¿Es una mejora?

No. La representación de los gigantes de Pamplona es lo más bonito que hay, porque representa la unión de los cuatro continentes. Sólo falta Oceanía. Y tienen que bailar porque si no bailan están muertos. Otra cosa es la corrección política que nos invade, que no creo que esté haciendo demasiado bien a la creación.

Esa historia del gigante en Nueva York también habla del choque entre tradición y modernidad, algo muy presente en su carrera musical.

La raíz y la impronta de tu identidad en la modernidad es lo más interesante que hay hoy en día. Lo llevamos haciendo nosotros desde hace tiempo, igual que ahora lo hacen los africanos que mezclan trap con la tradición musical de sus países. La tradición mezclado con la modernidad es uno de los grandes retos y de las cosas que más me apasionan.

Define la película como «thriller guerrillero». ¿Eso de hacer arte por el arte, en el cine o en la música, no va con usted?

El arte por el arte no existe. Todo lo que se hace es político. Es como alguien que va al cine y te dice que la película que ha visto no es política. «¿Ah, no? El protagonista es un policía. ¿Te has dado cuenta de algo o no?» Quizá lo que nos falta es estar un poco atentos y cuestionarlo todo. Todas las películas son políticas, y las infantiles más todavía. Esta es política porque está atravesada por una época en la que, por ejemplo, Muhammad Ali se niega a ir a Vietnam porque ningún vietnamita le ha llamado negrata y es capaz de renunciar por ello al título de los pesos pesados.

¿Fue una época más valiente que la actual?

No es una competición. Allí había unas revoluciones interesantes que también tenían un movimiento cultural, como fue el de recuperación de la lengua y el antifranquismo de mi infancia. En esa época la música en euskera estaba prohibida, pero también ahora te prohíben actuar. Yo hace unos días estaba en televisión española y se ha protestado por mi mera presencia.

¿Eso le sigue sorprendiendo?

En este caso sí. He salido varias veces en La 2 y no había pasado nada, y todos mis discos los he presentado en RNE3. Ahora me llamaron para hablar de esta película, con una entrevista supercordial… Pero de repente salieron con esta protesta. Yo no tengo ningún cargo pendiente, ni estoy juzgado por nada. Que digan que hay un sector de la población que no puede salir en la tele pública y que hagan la lista. El macartismo está claro en España. No sé lo que ha debido padecer el periodista para que al final salga pidiendo perdón por si mi presencia ha ofendido a alguien.

¿Qué ha pasado para que hace dos años nadie protestara por la presencia de Fermín Muguruza en la tele pública y ahora sí?

No sé, quizá es sólo una cuestión de haber tenido más audiencia. Pero también hay una pugna electoral fuerte dentro de la derecha, una campaña de desprestigio de este gobierno… No han sido capaces de salir y decir que todo el mundo tiene derecho a aparecer en la televisión pública. Para mí ha sido muy lamentable.

Cuando usted se declaró contrario a la violencia de ETA también le atacó un sector abertzale. ¿Cómo se vive en tensión con los dos bandos?

Siempre he dicho que hay que luchar contra la autocensura. Mi respuesta a todo es seguir peleando y seguir haciendo cosas. Y no he parado desde que hice mi primera maqueta de Kortatu en 1983.

¿No le agota tanta tensión?

Por supuesto. Esta polémica de ahora me desgasta muchísimo. Pero respondo presentando la película en Santander, en Valencia y en otras ciudades y conversando con la gente.