Parece, al menos en lo institucional, que el partido de la OFM en el Cervantes inicia el tiempo de descuento. Así apetece leer al abrir el programa de mano del último abono del conjunto en cuya verso portada, y a todo color, aparece la imagen en perspectiva de la gran sala del auditorio de la Filarmónica. Atrás, o eso aparenta, quedarán para el recuerdo momentos sublimes como el vivido en la primera parte del programa de abono de la OFM dedicado a la Navidad machacados por la acústica del Cervantes. Programa que reunía dos posibles realidades en un mismo plano de igualdad, para el oyente queda decidir por qué inclinarse pero tarde o temprano los caminos acaban entrelazándose. Lo culto y lo popular se dieron la mano para celebrar la música, una de las pocas artes que pude acariciar la emoción desde cualquiera de sus vertientes.

Cuentan que Rachmaninov fue un chico complicado hasta la intervención de su primo Alexander Siloti, discípulo de Liszt, que lo convertiría en el gran pianista y compositor que culminaría el romanticismo en pleno siglo veinte cuando ya era un capítulo cerrado de la historia de la música. En ese contexto el dos para piano y orquesta da salida a las propias convicciones identitarias y artísticas del músico ruso aunque con ello pudiese despertar el recelo de la crítica. Rachmaninov reivindica con este concierto una tradición no tanto de escuela que lo es en el homenaje a Tchaikovsky que flota en sus tres movimientos, como de la técnica pianística evocando al mismo Lizst o el propio Chopin.

Tres temporadas han transcurrido hasta la vuelta del pianista coreano Kun-Woo Paik. Entonces lo hacía en el cierre de temporada con el concierto en do mayor de F. Busoni calificado entonces como proeza por parte del pianista asiático y reto de madurez interpretativa para los profesores de la OFM. La vuelta de Paik a Málaga ha llegado de la mano de uno de los conciertos más aclamados del repertorio y habitual entre los atriles de la Filarmónica. Cada interpretación, cada solista que lo aborda intenta hacerlo suyo en lo que apetece como el gran duelo por dibujar la versión definitiva. El dos de Rachmaninov en el piano de Kun-Woo Paik es sencillamente otra cosa. Paik aporta la perspectiva necesaria para definir la página desde una doble perspectiva: la humana, en el músico desgarrado por su propia experiencia vital; y la artística que cura, redime y hasta levanta el vuelo.

El binomio Paik y Hernández Silva junto a la colaboración necesaria de la Filarmónica desgranaron una versión ágil en cuanto ánimo, serena en el desarrollo del adagio central e irresistible y triunfal en el allegro conclusivo. La cadencia de Paik queda grabado como momento sublime tanto como la respuesta de batuta y orquesta. Villancicos de Colomer y Guinovart por la coral Carmina Nova pondrían punto y final al concierto.