Es su tercera obra de teatro, una de las más esperadas de la temporada. Verónica Echegui es una actriz consagrada en el cine y la televisión, pero la escena se le resistía. Hasta que el director Mario Gas le dio el sí para acompañarle en la adaptación a las tablas de una de las películas más icónicas del irrepetible director italiano Federico Fellini.

¿Cómo llega a La Strada?

Mario Gas me hizo una prueba en el Teatro Español, luego me llamó y me preguntó si lo quería hacer. Dije que sí, que claro, que me parecía un regalo.

Tiene sobre sí el peso de Giulietta Massina, ¿no?

Es cierto, el papel es icónico. Mucha gente me ha dicho que La Strada es su película preferida. Hace tiempo que la vi y a mí la magia de Federico Fellini me causa ilusión. Es una historia muy tierna y esa ternura es la que tenemos que buscar. Además, es un personaje histórico. Puedes pensar que estás nerviosa, pero eso tiene que dar igual.

¿Y está nerviosa?

Más al principio que ahora. La complejidad del personaje la voy controlando.

Tierna pero al lado de un malvado.

Lo importante es que ella busca lo que hay más allá del amor. Es un ser inocente, una página en blanco que es vendida a Zampanò, que sí, que la viola, le pega... ¿Qué hace con ella?, te preguntas. Para interpretarla tengo que pensar como ella, no como yo. Yo le hubiera abandonado, pero ella es inocente, cándida. La venden, pero vive con ese hombre y lo ama, y eso es así porque Gelsomina, en el fondo, lo que hace es buscar su sitio en el mundo. No estaba con su familia, que se deshizo de ella a cambio de dinero; está con un violento, su desamparo emocional y económico así la ha castigado. El personaje hay que componerlo desde dentro de él, no desde mí misma. Al final pasa lo que pasa... Es un ser vulnerable, pero es incapaz de olvidar.

¿Veía una obra de teatro de la película de Fellini?

Lo cierto es que no, pero pensé: «Que te den el libreto». La parte popular, las fiestas neorrealistas, no está. Aquí somos tres actores para traducir a las tablas a Fellini. Tres actores y un director de escena capaz de componer una atmósfera única, la necesaria para transmitir la peripecia.

No frecuenta usted mucho la escena.

Poco. Ésta es la tercera obra en la que aparezco.

¿Y eso?

Recibí ofertas de teatro, pero no las podía aceptar porque tenía películas, series... y las obras conllevan un compromiso a largo plazo. Y hasta ahora... Lo que tengo claro es que mis héroes son los actores de teatro de ayer, hoy y siempre.

¿Qué tiene que ver con el premio Nobel José Echegaray?

Pues no lo sé muy bien. Mis tíos me dijeron que era un tatarabuelo o un familiar de mi tatarabuelo... Tengo que preguntarles otra vez, sobre todo para saber responder en casos como éste.

La envidio mucho, estuvo en Fortitude.

[Risas] Fue una experiencia brutal trabajar en esa serie, tres semanas en Inglaterra y tres en Islandia, en un pueblo perdido. Nieve, frío... Allí filmábamos los exteriores, nos alojábamos todos juntos en el mismo hotel. Tengo una representante tremenda en Inglaterra. Hice una prueba. El personaje iba a ser el de una irlandesa, pero el director decidió que fuera española. Primero iba a ser pequeño, pero luego la cosa se hizo grande. En ese tiempo vi auroras boreales... Stanley Tucci es Dios, vale, pero también Michael Gambon, pero no sólo ellos, también Sofie Gråbøl, que era la gobernadora y estuvo en The Killing. No me lo creía.

¿Y qué tiene entre manos?

La gira de La Strada, claro; hay una serie de Netflix y una película, pero como no las he firmado, no le digo nada. No sólo porque dé mala suerte, también porque me matarían si lo llegara a hacer.